domingo, 26 de julio de 2015

"Levitaciones: Delirios del ánima" de Edwin Fi - Paolo Astorga

Levitaciones: Delirios del ánima


Levitaciones: Delirios del ánima
Edwin Fi
(Verde Blanco Ediciones, 2014)


“El poeta dota de vida a todo lo amado y lo anima, les da voluntad y significado. El poemario, constituido por una serie de poemas cortos, es un contemplar profundo desde la visión del que desea, del que intenta la fusión y la excitación de los sentidos.


Escrito por: Paolo Astorga

Levitaciones: Delirios del ánima  (Verde Blanco Ediciones, 2014) del poeta Edwin Fi (Moca, Puerto Rico 1990) son un conjunto de poemas donde el erotismo como tema central es magia, es ritual que construye el mundo y la vitalidad de la existencia. El poeta dota de vida a todo lo amado y lo anima, les da voluntad y significado. El poemario, constituido por una serie de poemas cortos, es un contemplar profundo desde la visión del que desea, del que intenta la fusión y la excitación de los sentidos.

Por otro lado, el cuerpo es el gran protagonista de este libro. Es el signo de los subjetivo del elegir, de la acción. El cuerpo es siempre una posibilidad creadora, es una manifestación de vitalidad. La poesía de Edwin entiende que las imágenes no son simples artilugios del lenguaje, sino las necesarias llaves para desnudar el orden y desatar el tan anhelado caos placentero. Por eso el poeta nos dice:

Detrás de los cuerpos
se engendran los manifiestos,
se acobardan las mentiras,
se afilan los cuchillos,
se concentra el placer.

El placer es suspenso, es detener la eternidad en un atómico instante. El placer no es movimiento, sino gesto. La manifestación del darse todo, del despliegue. El poeta lo sabe por ello construye un universo donde el dolor y la fascinación son íconos de un mismo ser: el hombre que sigue su travesía vehemente hasta la explosión de un absoluto:

Gritaré lo que pienso de ti
dentro de una botella de vino,
la reventaré contra la pared
como un cóctel molotov.

Aunque la violencia y el dolor acrecientan el deseo de la satisfacción, es el amor un signo patente en el libro. El amor siempre se manifiesta como cuerpo o naturaleza, como partícula de Dios. El creador es partícipe de los deseos del amante y por ello partícipe de la soledad, de la melancolía. No obstante, la intimidad, el cuerpo mostrado como sugerencia de imágenes, como metáfora de vida y absoluto don, nos ofrece un mensaje certero: El amor siempre es:

La sinceridad,
ese temible monstruo canallesco
que nos atormenta

El poeta amplía sus visiones ofreciéndonos una vasta metáfora de la vida, de la existencia. Nuevamente el vacío y la confrontación con nuestros egos; la angustia por poseer o mantener, nos convierte en seres que se reducen a meras máquinas, “en marcas registradas” que son copias exactas de otras copias exactas que a su vez son copias de las copias exactas que son, finalmente, una grandiosa masa de nada. Por eso el poeta desnuda el principio de toda irracionalidad: Al yo, que busca siempre cerrar los ojos y abrir las apariencias para multiplicarse en los espejos del egoísmo:

ARCHINARCISO

No me gusta mirarme
en los espejos,
ni en las translúcidas aguas
porque me imitan;
me multiplican.

A la mitad del libro notamos un giro: La presencia de una certera crítica a la hipocresía y a la soberbia de nuestra incapacidad para ser otro. La muerte cada vez más poderosa y sensual es protagonista, pero también lo es la corrupción moral del hombre que ha perdido su identidad, su tendencia humana, su espíritu creador:

Aparece la muerte
en el espejo veteado
como olvidado presagio
con su perfume de rosa.

Pero el poeta no se reconforta con mostrarnos sus desmoronamientos, muy por el contrario, hay un profundo rasgo de vitalidad en estas letras. La levitación es un multiplicarse, un tentar a lo imposible: La muerte de la muerte:

Ven Muerte, arrímate a mis brazos.
No seas una niña remilgada.
Ven acurrúcate y descansa,
ya has jugado bastante.

¿Y entonces que queda al final? El viaje termina siempre en el misterio del lenguaje, en ese irremediable acertijo de la vida: Incertidumbre que nos permite seguir brillando la belleza de la inconformidad. La palabra poética es, nuevamente, la traidora sensual que nos conmueve, que nos paga con posibilidad, con fantasía, con el poder de hacer de nuestros gestos un universo de bolsillo y además, la vida, la vida que comprueba su aspecto más importante: La expresión en el caos.

En suma, Levitaciones: Delirios del ánima, es un libro sincero e intenso, donde las imágenes que giran entre el amor corporal y la sordidez del tiempo y el olvido, constituyen un acto heroico, allí donde las palabras posibilitan el transporte de la vida misma, allí donde los delirios son signos de la vida bajo presión Edwin Fi demuestra con valentía y diestro manejo del lenguaje que el mundo es siempre una eterna lucha dual de nuestro lado salvaje y el deseo por ser eternos. 

"Tengo un amante" de Estefanía Farias Martínez - Paolo Astorga

Tengo un amante

Tengo un amante
Estefanía Farias Martínez
(MRV Editorial Independiente, 2015)


Estefanía Farias Martínez con su Tengo un amante, ha entendido el mensaje: Vivir es siempre un desgaste. Por eso las ilusiones lo son solo cuando el inicio se intenta hacer absoluto y existe un anhelo explorador, pero una gran lejanía.


Escrito por: Paolo Astorga

Tengo un amante (MRV Editor Independiente, 2015) de la escritora Estefanía Farias Martínez (Cartagena - Murcia, 1970) es un conjunto de quince relatos cuyo tema central es el amor y sus inconsecuencias. Con una prosa ágil y desenfadada Farias nos transporta por la psicología de mujeres y hombres que sufren el peso del tiempo y el desencanto de lo que se creía eterno. Sin embargo, dentro del conjunto hay muy buenos cuentos que nos enfrentan ante realidades contradictorias y la violencia encerrada en la frustración de la belleza. El cuento que da nombre al libro “Tengo un amante” nos relata la historia de un amor prohibido al borde del abismo. El amante, un expresidiario de alto rango tiene encuentros clandestinos con Cristina, una bella mujer de mediana edad. No obstante, esto no es lo sustancial del relato, sino que lo interesante, es la visión de Sara la amiga de esta quien observa la descomposición moral de Cristina y cómo esta es devorada por la violencia de las obsesiones. El amor es entonces siempre un bien imposible, una coartada del destino para mantenernos entretenidos hasta que la muerte venga con su conciencia y nos doblegue.

Otro de los cuentos intensos de este libro es “Las tribulaciones de un literato insomne”, cuyo signo central es la del artista incomprendido, un escritor que ha venido a menos, pero que intenta resurgir “aunque la rutina diaria lo fue asfixiando”. Los fracasos, el bloqueo existencial y la necesidad de querer reconstruir los paraísos artificiales que creía eternos hacen de este personaje un ser patético que destruye su vida. El egoísmo es lo que lo mata, la pérdida de la fama, la soledad, la terrible soledad.

Pero uno de los cuentos que, en mi opinión tienen un rasgo exacto respecto a la teoría de las desilusiones es, sin duda, “¡Santa Bárbara Bendita!” La violencia y las incomunicaciones, no solo se pueden observar en la calle, sino es el hogar la cuna infernar de la desilusión. Mateo es un ser rutinario que contempla lo banal del mundo. Él es el portero de un edificio hace quince años y conoce a todos los habitantes del edificio. El relato construido de forma magistral nos permite contemplar dos mundos: el privado (lleno de inconsecuencias, de violencia, de profundas frustraciones) y el público (el carnaval, la fiesta de Santa Bárbara Bendita y el disturbio realizado por las bombardas de los mineros). El cuento es una fábula de vida que desnuda la imposibilidad del hombre para entender que el amor muere en las costumbres.

A lo largo del libro los relatos acrecientan su veta erótica. El erotismo que nos presenta Estefanía, no se contenta con el simple mostrar del cuerpo que es devorado por el otro, sino que también podemos contemplar la psicología, los estados de ánimo y hasta las contradicciones de los personajes. Erotismo no es solo sexo, sino que es una tendencia hacia la vitalidad. Sin embargo, la narradora nos ha dejado la puerta abierta para deleitarnos. El mayor signo es la contemplación del éxtasis, la ruptura de lo cotidiano y la exploración de la geografía corpórea. Cuentos como “El Nazi” o “Solo quería entrar en calor” nos demuestran la solvencia de Estefanía para mantener una narración dinámica y profunda respecto al tema del erotismo.

En suma, creo que Estefanía Farias Martínez con su Tengo un amante, ha entendido el mensaje: Vivir es siempre un desgaste. Por eso las ilusiones lo son solo cuando el inicio se intenta hacer absoluto y existe un anhelo explorador, pero una gran lejanía. El desencanto siempre vence cuando el acercamiento nos permite reconocer que hay demasiadas grietas y los deseos son apagados por la venenosa responsabilidad y la costumbre. Tener un amante no es faltar a nada, es querer vivir, sin embargo, los personajes desposeídos y en constantes frustraciones solo pueden reconocer dos cosas: el placer del cuerpo y la soledad de los alejamientos. Cada uno de los cuentos busca mostrarnos la complejidad y multiplicidad de las relaciones, pero sobre todo, la toma de una conciencia del ser que ama ante la encrucijada de encontrar sus vacíos, el malestar de las insatisfacciones.

domingo, 19 de julio de 2015

"La cocina del infierno" de Fernando Morote - Paolo Astorga

La cocina del infierno

La cocina del infierno
Fernando Morote
(MRV Editorial Independiente, 2015)


Estos relatos, sin duda, confirman la madurez de Fernando Morote, para mostrarnos sin aspavientos, la realidad que nos castra, que nos deja cicatrices y una gran posibilidad para reconstruirnos y seguir instituyendo nuevas identidades, nuevas ansias por ser más que un sobreviviente.


Escrito por: Paolo Astorga

La cocina del infierno (relatos de un mundo inhóspito) (MRV Editorial Independiente, 2015) del escritor peruano radicado en Estados Unidos Fernando Morote (Piura, 1962) nos ofrece tres relatos medianamente largos cuya temática general es el aprendizaje. Los protagonistas de los tres relatos son un grupo de jóvenes que en un primer momento se harán llamar “Los ingobernables” y luego, ya después de muchos años y una mayor madurez se denominarán “Comando Meón”. El libro nos enfrenta ante la idea de progreso, marginalidad, violencia y frustración a través de una narración por la fluidez y el lenguaje coloquial. En el primer cuento Los ingobernables, contemplamos una constante en la obra de Morote: La mezcla de ironía, humor y violencia. El debacle de las ilusiones, la pérdida de la humanidad y la moral por la crisis económica, son constantes que marcan las tres partes del libro. El libro se mueve desde la carencia, la indiferencia y la otredad que no puede insertarse a vivir de otra manera. La prosa de Morote en esta ocasión busca reflejar las tensiones de los migrantes por querer tentar el sueño del progreso, pero que al darse de golpe con esa realidad terrible y frustrante, además de la falta de oportunidades y la crisis económica y la violencia política que sufrió el Perú en los años ochenta, termina siendo solo una ilusión, un sueño para el desencanto. Pompeya es el lugar de origen, pero también el signo de la marginalidad. Los protagonistas lo saben por ello dicen: “Llegar a una urbanización como Pompeya, ubicada en el corazón de la capital, representaba un símbolo de progreso para nuestros padres. La mayoría proveníamos de viejos distritos, algunos de lejanas provincias.” Como vemos Pompeya es el lugar del aprendizaje, del crecimiento, el símbolo de la posibilidad. Sin embargo, estos ingobernables son adolescentes que tratarán de escapar de la cruenta realidad de los años de violencia de los 80. Los apagones, los cochebomba, los atentados terroristas, la hiperinflación, la marginación generalizada y la indiferencia del Estado, harán que el relato se torne un tanto picaresco y de humor negro.

El libro juega con la dualidad de acercamiento y alejamiento. La realidad es siempre el estado de la urbe como infierno, allí donde la peor violencia es la indiferencia. El doctor, El champero, El narizón y El conde los héroes de este libro sufrirán de manera distinta la marginación y la esperanza de querer progresar, pero también por crecer. Cada quién experimentará la violencia y la marginación de distintas maneras. Todos encontrarán posibilidades de vida diversa, pero tendrán un signo en común: La insatisfacción y la desilusión. Los relatos nos muestran una evolución de la tempestad a la calma, pero también de la insatisfacción a la conformidad. Los protagonistas viven en un mundo que los reduce a ser siempre los inferiores.

En el relato la Cocina del infierno, asistimos a una confrontación: “Los ingobernables”, que en el relato anterior vivían su adolescencia contradictoria y vital, en esta narración se tornará más comprometida. El alejamiento de muchos del grupo será el quiebre que desgarrará las ilusiones. El mismo narrador nos da la señal del sufrimiento cuando sentencia: “Pierdes la corona cuando desciendes de las escalinatas del avión”. Esa simple frase que inicia el relato tiene una significatividad profunda. Por un lado es la pérdida del poder  y, por otro, la nueva identidad. A diferencia del primer cuento, La cocina del infierno, es una narración muy ágil de oraciones cortas, donde las acciones se superponen velozmente. Una de las palabras que se pueden detectar en este relato es “No”. La negación es fundamental en la esencia del cuento, pues hay un ánimo introspectivo, una especie de confrontación, pues el protagonista se encuentra en un  país que lo margina y disminuye a un simple “migrante”. Nuestro héroe ya no es aquel jovencito visitante de los bares, los burdeles o un pichanguero de los fines de semana. La realidad que lo espera es tan o igual de cruel que la que ha dejado al otro lado del continente. La marginación de ser un “ilegal”, sin documentos, sin una identidad legitimada, es el calvario común que podría enlazar todo el libro de Morote. Ese calvario en el cual uno intenta ser libre, uno intenta sobrevivir.

Por otro lado, en el cuento que cierra el libro denominado Comando meón, asistimos a una narración que alterna la historia de crecimiento y madurez de Los ingobernables y la violencia generalizada que se vivió en los años ochenta. Sin embargo, también contemplamos una gran transformación. El doctor, El champero, El narizón y El conde esta vez han encontrado su forma de “adaptarse” al mundo. Muchos ya son profesionales y otros han regresado de los Estados Unidos en pos de dar su granito de arena para mejorar a su querida Pompeya. No obstante, Morote, fiel a su estilo de humor negro e ironía, construye el relato “moral y educativo”, a partir de la constitución del Comando meón, que no es otra cosa que la unión de Los ingobernables, pero esta vez no para mataperrear, sino para grabar infraganti y denunciar a los meones que suelen miccionar en las paredes de su querida Pompeya. Su labor cívica resultará profundamente quijotesca y hasta grotesca. En este relato asistimos también a una introspección colectiva del grupo. Cada quien ha vivido su dosis de violencia, de marginalidad, pero también ha tomado partido por la vida. Todos pasan por un trauma que construye su aprendizaje.

En suma, La cocina del infierno es una obra ágil, con un lenguaje que mantiene los giros con profundos atisbos de humor negro, de ironía que nos deja un halo de irracionalidad y absurdo. Morote no se contenta con delinear la historia, sino que hay una poética de la vida y las contradicciones de llegar a la acumulación de la memoria. Sus ingobernables son románticos seres que pululan en las cuerdas de un abismo que la indiferencia hace vibrar. Estos relatos, sin duda, confirman la madurez de Fernando Morote, para mostrarnos sin aspavientos, la realidad que nos castra, que nos deja cicatrices y una gran posibilidad para reconstruirnos y seguir instituyendo nuevas identidades, nuevas ansias por ser más que un sobreviviente.

"La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy" de Pedro Flores - Paolo Astorga

La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy


La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy
Pedro Flores
(VI Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Santa Cruz de La Palma”, 2010 – Ediciones La Palma, 2010)


El amor es el tema central del libro. Un sentimiento que casi siempre es trágico e irreconocible. Sin embargo, el poeta desde la ironía y la metáfora busca en la cotidianidad esa belleza del misterio, pero también la violencia de lo fortuito.


Escrito por: Paolo Astorga

La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy (VI Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Santa Cruz de La Palma”, 2010 – Ediciones La Palma, 2010) del poeta español Pedro Flores (Las Palmas de Gran Canaria, 1968) Nos ofrece una poética donde la presencia de la muerte se nos muestra como un símbolo de lo absurdo, pero también como ese misterio que permite crear la fantasía de las ilusiones. El poeta es nuevamente ese atormentado, ese insatisfecho que busca en lo incognoscible la belleza de lo puro, pero también sabe, irónicamente, que el mundo que intenta conocer, es desolador e irracional.

Una profunda angustia existencial puebla todo el poemario. El amor es el tema central del libro. Un sentimiento que casi siempre es trágico e irreconocible. Sin embargo, el poeta desde la ironía y la metáfora busca en la cotidianidad esa belleza del misterio, pero también la violencia de lo fortuito. La labor poética de Pedro Flores es la de reconocer –cual francotirador- el ambiente y el preciso instante en donde se nos revela la majestuosidad de lo misterioso. Sin embargo, la frustración y la futilidad es más y permite conocer la condición humana, mutilada y desesperada por querer expresar, por querer enunciar un todo que, simplemente, es imposible.

Ahora bien, el amor, nuevamente, es una historia, es un tiempo, un significado. El poeta lo sabe por ello busca el símbolo por el cual pueda enunciar sus significados. De esta manera asistimos, por ejemplo, a la lectura de uno de los mejores poemas del libro:

De cuando Juan Pablo II no dejó
que el poeta (y sin embargo sacerdote)
Ernesto Cardenal besara sus pontificias
manos en el aeropuerto de Managua


Tú pudiste inspirar mejor poesía
Ernesto Cardenal

9:30A.M.
La plana mayor del gobierno sandinista llega al aeropuerto de Managua.
Juan Pablo II despierta de una cabezada en el avión.

10:00A.M.
El poeta y ministro de cultura del gobierno sandinista Ernesto Cardenal
decide que se arrodillará ante el Papa de Roma y
     besará su pontificio anillo,
su temblorosa mano.
Juan Pablo II discute con sus asesores los últimos detalles
antes de ser recibido por aquella caterva de rojos y de cholos.

10:30A.M.
Los miembros del gobierno sandinista de Nicaragua forman en la pista.
El avión de Su Santidad baja del cielo como un ángel negro cualquiera.

10:45A.M.
Se abre la puerta del avión.
Ernesto y los demás miran como Su Santidad
recibe en su colorado rostro el golpe de calor del tercer mundo.

10:48A.M.
Juan Pablo besa el suelo.
Ernesto traga saliva.

10: 51 A.M.
El polaco saluda con un mohín de empacho a la cúpula del gobierno.
Ernesto se arrodilla y se descubre la blanca cabellera
(si alguien parece un santo esa mañana es ese nombre arrodillado).

10: 52 A.M.
El poeta ministro sacerdote trata de besar las rosadas manos de Karol
pero éste las aparta como a un leproso en Ben-Hur
e increpa al poeta con el dedo admonitorio de los dibujos del catecismo.

10: 53 A.M.
El beso cae al suelo como una lágrima cayó en la arena.
Cardenal se acuerda de las mujeres desdeñosas de sus epigramas
y piensa aquéllas sí eran formas de no amarme.
El Papa se acuerda de Tacho Somoza y piensa
aquéllos labios si sabrían besar mis manos.

Yo me acuerdo de una noche con luna en Getsemaní,
eso sí que fue un beso.

Como observamos el simple acto simbólico de un beso, es el pretexto para hablar sobre la condición de amante y la vida misma que se pierde en las contradicciones, en las más grandes pasiones y violencias. No obstante, hay que entender que es allí, en esa dualidad contradictoria, donde lo fortuito muestra nuestra verdadera cara, nuestra más transparente realidad sin espejos.

Por otro lado, el dolor envuelve nuestras imperfecciones. El dolor es la tensa desilusión del suicida que ama su cadáver y que lo muestra, cual espectáculo, para reconocerse humano. El poeta lo sabe, por ello en el poema “Lo que un gato a un verdugo”, hay un homenaje a César Vallejo, poeta del dolor, que mezcla un lenguaje crudo con la inocencia de los niños que ven en la crueldad, a veces, la frágil verdad del mundo. Leamos:

Lo que un gato a un verdugo

¡Pobre mono!... ¡Dame la pata!...
No. La mano, he dicho.
¡Salud! ¡Y sufre!
CÉSAR VALLEJO

COMO UN ASPIRANTE a matarife
aprende en la íntima geografía de los gatos
qué nervio, qué tendón y qué recuerdo
desencadenan el alarido, sueltan el esfínter,
qué tenaza en qué cartílago recóndito
de puro pánico nace mendigar la muerte.
Del modo en que aprende el cadetito
hasta dónde ahogar, hasta dónde ensartar,
la penosa frontera entre pesadilla y locura.
Como un niño inocente en su crueldad
amputa ensimismado las alas a la mosca,
le arrebata el cielo,
pero también la trampa del cristal,
así Vállejo a la poesía. Entiéndaseme.

Y entonces es la vida lo que nos destruye de a pocos y el premio consuelo es la simple memoria, la nostalgia y la melancolía. A veces, ni eso, sino solo la desilusión de no poder ya. Y es que el mundo entero fluye y lo que se hace mito apenas prevalece en frágiles memorias que el tiempo se encargará de borrar lentamente:

Antonio en Accio

DESDE EL PRINCIPIO sabías que esto
no podía salir bien;
no porque las sinuosidades de tu reina
escondan más cocodrilos que los recodos del Nilo.
No porque Octavio,
el frágil muchacho,
tenga en realidad más escamas
que un viejo centurión fronterizo.
No porque el poder de Roma sea eterno,
ni los dioses envidiosos,
ni el destino tenga lengua de áspid.
Mira a lo lejos la playa,
Alejandría, brillante y apestosa,
¿ves al hombrecillo con levita y con lentes?
¿Puedes ver su dudosa apostura entre el humo del desastre?
Se llama Konstantino
y estabas condenado porque él
cuando tú sólo seas mito y derrota,
escribirá, con la caligrafía impecable de los comerciantes,
El Dios abandona a Antonio.

Nuevamente asistimos a la dicotomía recuerdo-olvido. El tiempo que te muestra la belleza del movimiento, pero también la ceniza de lo ya ido, la derrota. El poeta sabe que su tiempo es tan ínfimo como la de un grano de arena en el universo, sin embargo, es esa desesperación nacida del apuro, lo que le permite decir, crear, existir. La angustia, otra vez, es una maestra de mundo y el poeta, con cada movimiento, el profético vigía que señala el absurdo mientras la muerte lo devora.

¡Cómo el olvido ha ido destruyendo
el mundo aquel que edificamos juntos!
GASTÓN SAQUERO

YA NO EXISTE LA CALLE en que nos vimos,
ni el pequeño y oscuro restaurante
donde por vez primera nos comimos,
mi diosa deseada y deseante.

Ya no existe la música que oímos,
el camino secreto, apasionante,
que llevaba a los cuerpos que tuvimos.
Ya no existe un lugar exuberante

en la árida extensión de mi declive.
Ya no existe aquel nombre al que quisiste;
soy su reflejo pírrico, iracundo

en el agua verdosa de un aljibe.
Soy el fantasma lunático y triste
que vaga por las ruinas de tu mundo.

En suma, La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy es un libro intenso y coloquial. El deseo por la inmortalidad o lo imperecedero es la ilusión de plasmarse en la inmovilidad del tiempo. La poesía de Pedro Flores es intensa, pero también desencantada de los objetos amados. Con cada poema somos partícipes de una nueva lejanía. El mensaje, es sin duda, morir aprendiendo a morir.

"El prodigio" de Orlando V. Bedoya Pineda - Paolo Astorga

El prodigio


El prodigio
Orlando V. Bedoya Pineda
(AMBEDUE, 2015)



El arriesgar es el símbolo patente de este intenso libro. La voluntad de la que no se puede escapar es la amplitud de los anhelos. Sin embargo, la incertidumbre atestigua a favor de la condena de viajar, de ser siempre movimiento, constante parpadeo.


Escrito por: Paolo Astorga

El prodigio (AMBEDUE, 2015) del poeta arequipeño Orlando V. Bedoya Pineda (Arequipa, 1978), nos enfrenta ante el movimiento creador de la poesía en un mundo inestable y lleno de símbolos inaprensibles. La voz del poeta es una voz solitaria que se busca entre los escombros del universo así mismo. El poemario está construido desde la multiplicidad, desde el cuerpo desposeído y liberado. El canto prodigioso es el grito o susurro que construye o destruye, que es en el dolor y en lo humano, lenguaje-vida que se agolpa en el tiempo. El poeta sabe que solo siendo se es. El proyecto es siempre el otro, un espejo, un síntoma de desmoronamiento y sordidez, sin embargo, Bedoya aspira nuevamente a constituirse como un testigo del abandono, intenta desde un profundo reconocimiento de su nada amada sacar virtud del caos.


La chatarra oxida las esencias / nos hace desmonte
(el cuerpo, fruta mordida que toma impureza)
en el aire la infección se hace ramera dulce
comunicación de actos engullendo a los otros
así la soberbia del mundo se alza energúmena
(retoza entre moscas y cerdos, en el fango negro).

Como observamos, el poeta es nuevamente el señalador, el guía de su propia destrucción que, paradójicamente, constituye una estrategia discursiva que apela a los desdoblamientos, al reconocimiento vital de su materia existente. Porque “la ausencia hace llorar/ y sin retorno ser agujero…” Esa incompletud, esa vacuidad es levadura para intentar el proyecto. El concepto central de todo el libro es sin duda el viaje, la observación intensa de la multiplicidad de la diversidad de “Yos” que configuran el signo del poeta encerrado en su propio laberinto que es el lenguaje. Por momentos contemplamos un lenguaje puro donde las intenciones son las del ser salvo, y por grandes momentos, es el lenguaje un estorbo, una imposibilidad, una constante frustración que acuchilla y avergüenza:

¿Crees que es muy joven el término “literatura”? Tanto he conversado contigo, Orlando, que junto a nuestro entorno hay bloques y bloques de palabras que sabes que son estériles, pero igual les das fuego, ánimo, vida y tratas que ellas anden (…)

Crear para el poeta es absolutamente frustrante, pero, extrañamente en esa frustración, en ese movimiento catártico donde los elementos se distinguen y significan, es allí donde la belleza nos deja su mensaje, pero también, su veneno:

Inestable gen que compacta el planeta
movimiento de hacer o no-hacer
sublime conspirar de vacío, como el sueño
que se resbala y en el suelo serpentea
como frágil flor o larva repulsiva
Así las sombras son remotas en el alma
como horizonte de universo
como pájaro que desequilibrado rompe las cosas
(lo humano en juego que reclama ser “dedo de dios”)
Ah!, inconformidad de poema.

No obstante siempre hay motivos para erigir el amor. En un mundo donde la emocionalidad es la máquina, el poeta se enfrenta dialécticamente ante el pensar, ante el crear. La imaginación es el medio para constituirse, para forjar la coraza, sin embargo, es la identidad un estado relativo, líquido que es inaprensible y que rara vez nos deja observar su verdadera cara, por eso el poeta nos dice:

La piel de papel / urgencias de documentos
identidad
imaginario sobre materia
el pérfido teclado que dicta los sentimientos.

Sentimientos totales como la muerte pueblan todo el poemario como esquirlas de una gran explosión. La frustración, el desencanto ante lo ya vivido, ante lo ya consumado, forjan al sediento, al enloquecido. Estar al borde de la muerte ¿o de la vida? es ser vivo, es un reconocerse. El prodigio no es morir, sino seguir estrangulando al lenguaje y hacerlo yo:

Yo-suicida

Sediento

El gran espejo roto en muchos otros
mientras el niño amasija sólo vidrios
y nada se compone, mientras todas las muecas respiran
aire
olvido

El descalzo apedreado en la opulenta calle
y los precipicios abriéndose paso en la vegetación del espíritu
es penitente
alucinación

Sin vida no se podría proteger lo que más se ama.


El arriesgar es el símbolo patente de este intenso libro. La voluntad de la que no se puede escapar es la amplitud de los anhelos. Sin embargo, la incertidumbre atestigua a favor de la condena de viajar, de ser siempre movimiento, constante parpadeo. “Horror y camino nos esperan” es lo que atestigua el poeta entre rumas de libertad, en el encuentro astronómicamente cuántico de un beso, de un decir y esa terrible posesión que nos castra, que no nos permite (afortunadamente) cerrar la herida metafísica de nuestro costado. Así por eso, nuevamente, la voluntad es inmiscuirse en el prodigio universal de dar pasos, de dejar huellas:

─La voluntad es un juego que arrastra. ¿Siempre nace un escozor que
empuja a la desesperación de aliviarlo? Sabes, hay un fuego escondido
dentro de las semillas, cuyo apetito es insaciable, un tesoro proscrito para
ser portado. Es como un beso que absorbe el aliento del otro hasta hacerlo
propio. Luego posesos.
A pesar de que el poeta intenta desligarse de su yo para intentar la multiplicidad del otro, la manifestación de un estado experimental que luego se llamará “experiencia vital”, su fragilidad, su despiadada memoria no logrará que escape de los residuos de soledad:

Yo-memoria

¿Fracasos?
nacer inconclusos, y recibir bofetadas en lugar de alegrías
piernas de rota escoba
mirada de carrusel
cabellos de aromas edificándose en el respirar
sexos de habla dormido
niebla sobre las manos
atoro de sudor sobre el vientre
asfixia de locura
inevitables mentiras
cosmovisión de felicidad
zoología de anhelos como maqueta de obsesión
gruta donde se depuso los placeres para ser alguien más
sortilegio de patria que se hizo cartón
marioneta sucia como recuerdo que infecta el hoy.

La necesidad de una purificación, de una catarsis son trascendentales en este libro, el cuestionamiento resulta ser la llave para la necesaria introspección del ser que se consume en la vibración telúrica de la angustia:

Yo-filosófico

Preguntas,
y detrás de estas, otras
inmensos mamíferos devorándose entre sí
templo y credo de las jitanjáforas de los sistemas
plenilunio de éxtasis
oráculos de la vida
hábitad que va lejos de los pensamientos
caricias divinas…

El fin de la búsqueda es siempre un significado lejano, esquivo, nuevamente el martirio es dual, es siempre binario. Nos ha movido el dolor, pero también el placer de ser siendo. El verdadero sufrimiento son las palabras y sus dardos incendiarios. La vida es lenguaje en constante desdoblamiento, una máscara pulida y brillante de lodo y procreación. El rito para nuestro poeta siempre será lo multidimensional, soy yo y mis manifestaciones; soy yo y la proyección apasionada de mis metáforas. No puedo decir sin decir otra cosa, por eso no puedo ser puro, no puedo sentir el absoluto. Por eso viene una inmensa soledad, tan yo, tan de todos:

Yo-desolado

¿Alguien más?
¿mito fabricado por el símbolo salvaje?
conciencia de ciénaga que devasta toda creencia

¿quién eres tú?

¿falso caminante? / ¿falso testimonio?
Lamen rincones y orinas de viajeros

espuma sedentaria por la siembra de la felicidad
¿a dónde te entregas Orlando?

el lugar es un acantilado que fracasa

¿qué eres tú?

si la desolación es puente donde no se debe descansar
y que no protege del caos ni de la hoja de cerezo del cosmos.

Entonces, el prodigio aquí es la elección. No hay nada inevitable, sino solo elegible. La condición humana en probabilidad, es, en suma, la piedra o el ensueño. El poeta sabe que es inminente la destrucción-construcción. El dolor y el placer son solo significados de un lenguaje que no conmueve, sino que alarga aún más el mito de la salvación. Por eso el poeta vive de sus metáforas en un mundo desposeído: “el pastor de cerdos y poemas// luz que traspasa las manos/ fragilidad/ amanecer.”

En suma, El prodigio es la reivindicación de un estado puro de libertad. Es la sinceridad del lenguaje que conlleva a darse a las infinitas bifurcaciones. El poeta es prodigio, porque puede elegir el sentido y multiplicarlo. El simple decir es ya universo. Otra vez estamos ante un poeta que ha bebido del vino ardiente de la rebeldía, el vidente que se ha estigmatizado, no para salvarnos, sino para condenarnos a conocer nuestros fragmentos de existencia, nuestra multiplicidad. El vendedor de máscaras es Orlando, el abandonado, el que ha aprendido el arte del incendio y la tortura de la contemplación. Por eso el prodigio es levantarse y sumar, reescritura y lenguaje caliente y disconforme día, tras día, tras día:

Erígete Poeta, y aunque caigas, incorpórate. Sigue Prodigio. Basta ya del
gran pez. Evita las redes. Luego búscanos, y bautízanos con el aceite santo
de la humanidad, que hace mucho, hombres y mujeres están perdidos.

He aquí la poesía.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Entrevista a Héctor Ñaupari - Paolo Astorga

Entrevista a Héctor Ñaupari
Mi lenguaje poético, creo, es el erotismo como lo entendía José Valente, Luis Cernuda o lo grandes poetas picarescos del XVI, como Prieto Aretino: el erotismo como una forma de conocimiento, una manera de comunión, una forma de acercarse a lo trascendente, llámese Dios, creatividad, en fin, como tú quieras”. 

Entrevista realizada por: Paolo Astorga


¿Desde cuándo comenzó a escribir? ¿Por qué?
Desde muy joven, cuando estaba en el colegio. Porque me parecía una forma atrevida de definirme y expresarme. Además, lo veía en ese entonces, como ahora, como un ejercicio para ser auténtico.

Ahora bien, tuve dos ingresos a la literatura. El primero de ellos fue con el Movimiento Cultural Neón. Con ocasión de celebrar los 440 años de mi alma mater, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1991, al estar a cargo de diversas de las actividades, me presentaron a Rubén Grajeda, líder del Movimiento. Tras las conversaciones iniciales, me contó del Movimiento que estaba creando y me sugirió participar, a lo que acepté. Tenía 19 años.

El Movimiento Cultural Neón animó la escena cultural limeña en los intensos y difíciles años de la primera mitad de la década del noventa. “Neón significa luz, luz en la oscuridad”, así lo definió Carlos Oliva, el poeta fundador, junto con Rubén Grajeda, Miguel Ildefonso, Paolo de Lima y Roberto Salazar, de este concilio literario, y que le dio el nombre por el cual fue conocido.

Yo participé en el Movimiento Cultural Neón, porque, como otros jóvenes escritores de mi generación, estábamos desalentados de la política, con sus corrupciones paralizantes o sus expresiones extremas y totalitarias; abandonados a nuestra suerte en un país que parecía no tener ningún futuro y habíase convertido en “ese reino que nunca quisimos, y que nunca fue nuestro”, como escribió el poeta; finalmente, dispuestos a no pasarnos la vida debajo de mesas desprovistas esperando las bombas que nos aniquilen, o a ser desaparecidos por las fuerzas del orden cualquier noche sin luz y con toque de queda; resolvimos, sin siquiera racionalizarlo, que la mejor manera de hacerle frente a este apocalipsis era decir, con poesía, que íbamos a sobrevivir; que no iríamos en silencio hacia el corazón de las tinieblas; en definitiva, que con coraje y con resolución, lucharíamos y gritaríamos: ¡vamos a prevalecer!

Mi segundo ingreso en la literatura fue en la Universidad de Salamanca, en el año 2000. Ya cumplidos los 28 años, con un libro a cuestas, fue Alfredo Pérez Alencart, notable poeta hispano peruano, quien al leer mis textos tuvo la fineza de invitarme a los recitales y encuentros que organizaba. De allí que participara en dos libros que se publicaron al alimón, y constituyeron mi ingreso a la literatura joven salmantina que allí se gestaba. El tiempo me llevó a los diversos Congresos y Encuentros en España, invitaciones que debo y siempre he agradecido a Alfredo.

¿Qué es para usted la poesía?
Gustave Flaubert decía que escribir es una manera de vivir. Digamos que para mí la poesía es una manera de respirar. La poesía es trabajo constante, disciplina, lecturas, investigación, evocación, rigor. El talento en la literatura, como todo en la vida, es el fruto de la disciplina. Igualmente, la inspiración el resultado del trabajo sostenido y sin descanso. La poesía es todo eso, y más.

Cuéntenos sobre su vida, sus obras, sus proyectos, su actividad literaria
Este año he publicado un libro en colaboración, Borges, Paz, Vargas Llosa: Literatura y libertad en Latinoamérica, junto a Carlos Alberto Montaner, Ángel Soto, Carlos Sabino y Martín Krause, que hemos presentado en Lima hace unas semanas, y que tendrá presentaciones por toda la región.

Además, en unos días saldrá un nuevo libro mío de ensayos, Liberalismo es libertad, con Unión Editorial de España, que reúne mis artículos, entrevistas, notas, prólogos y recensiones de libros de los últimos tres años.

Malévola tu ausencia es un nuevo libro de poesía que estoy escribiendo y que espero publicar pronto. En él estoy hurtando, como título, un verso maravilloso del vals de Alberto Condemarín que se llama Hermelinda. Conozco el vals por el poema de Antonio Cisneros, donde el repite como una letanía “acuérdate Hermelinda, acuérdate de mí”. Antonio me dijo que es el vals más poético jamás escrito. Entonces lo que yo hago es recrear la vida de alrededor de veinte mujeres literarias, Penélope, Circe, Safo, Betsabé, Emma Bovary, Constance Chatterley, desde la perspectiva de sus coprotagonistas literarios. Concluidos los dos anteriores, éste es mi principal proyecto por el momento.

¿Cómo define su poesía?
Mi poesía es realista romántica, erótica e íntima. Es realista porque parte de circunstancias que me han sucedido, que he experimentado, que son resultado de diversas vivencias mías.

Es romántica, en el mejor sentido del romanticismo: supremacía del individuo, adhesión a lo bello, a lo sugestivo, a lo ignoto. Es erótica porque identifico al erotismo como la pulsión más sublime e inagotable del ser humano. Íntima porque siempre trato de entrar, con mi poesía, al ser esencial del lector.

Además, yo nunca he creído en la “poesía social”. Me parece sospechosa, con un doble estándar, que alaba a los dictadores de izquierda a un nivel repulsivo, usando la poesía o la novela para justificar sus tropelías, crímenes y abusos.

¿Cree que el poeta es un ser obsesivo?
Si uno no es obsesivo con su poesía no es un poeta.

¿Qué escritores o poetas han influenciado en su producción literaria?
Muchísimos. Me debo a José Ángel Valente, Carlos Murciano, Alfredo Pérez Alencart, Miguel Ildefonso, Carlos Germán Belli, Mario Vargas Llosa (quien siempre me deslumbra como ensayista y de quien mejor he entendido el compromiso del escritor), Ayn Rand (a quien debo la definición de ser un realista romántico), Enrique Verástegui, quien siempre escribirá mejor antes que después, el divino Jorge Luis Borges (su excelsitud me ha hecho ver siempre como el poeta menor de su díptico magistral), Arthur Rimbaud, Javier Sologuren, Antonio Cisneros (lo leo siempre que me envuelvo demasiado en el romanticismo, para dotarme de realidad y cotidianeidad), Jorge Pimentel (su poema Balada para un Caballo debe figurar entre los cinco poemas en castellano imprescindibles del siglo XX), César Vallejo (el primer Vallejo, el modernista), Octavio Paz, Reiner María Rilke, y recientemente he vuelto a Hemingway. Es una lista muy extensa.

¿Qué tan importante para usted es la literatura?
Es una y muchas cosas. Yo no viviría sin ella. La amo como amo a mi esposa y mis hijas. Esta, como cualquier otra vocación, tiene que ser ejercida con cuatro características fundamentales: constancia, criterio, disciplina e inteligencia. Además, la literatura tiene distintas aristas, es decir, uno puede escribir y hacer discursos, o escribir poemas y luego leerlos, escribir novelas y cuentos, obras de teatro y guiones; entonces hay toda una performance que se va añadiendo al hecho mismo de la escritura y hay que comprender, principalmente, que debe ser ejercida con una exhaustiva disciplina.

¿Es necesario que el escritor sea un hombre comprometido?
Sólo con su propia literatura. Cuando el escritor se compromete con la política o alguna otra cruzada que cree superior a la de su propio arte, prostituye su vocación. Eso no significa que tenga una posición política, o ideológica. Es imposible que no la tenga. Pero su literatura o escritura no debe subordinarse nunca a esa posición.

¿Cuál es el fin de su poética?
Yo no persigo un “fin” de mi poética o poesía. Escribir pensando en la finalidad que ésta tendrá convierte a la poesía en un acto burocrático, insípido, rutinario. Es una tarea que dejo a los críticos y demás entomólogos literarios, y a sus propósitos permanentes por clasificarnos.

¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a través de los años?
Creo que ha cambiado en la medida de mis lecturas, experiencias y vinculaciones con otros poetas y escritores. Me considero un “conservador erótico” porque me gustan las mujeres, sólo escribo sobre ellas. He ejercido un tipo de erotismo hacia la mujer, quien es el objeto infinito de mi creación literaria, por lo menos hasta que se me agote la obsesión. Las manifestaciones del amor romántico y del amor erótico tienen mucho que ver con el modo esencial de relacionarnos y de cómo defino mi propio arte. En lo personal a mí me gustan los espacios de intimidad más personal, y la poesía mía busca generar esa comunión.

Mi lenguaje poético, creo, es el erotismo como lo entendía José Valente, Luis Cernuda o lo grandes poetas picarescos del XVI, como Prieto Aretino: el erotismo como una forma de conocimiento, una manera de comunión, una forma de acercarse a lo trascendente, llámese Dios, creatividad, en fin, como tú quieras. Llegamos a lo trascendente a través del amor al cuerpo y a la persona que contiene ese cuerpo. Si es solo un aspecto carnal o animal, el amor está desprovisto de erotismo y es más bien una pulsión que se detiene en ella misma; ya que te despeja un poco la cabeza, te plantea los problemas para más adelante, pero no permite desarrollar lo que es el ejercicio de trascendencia, aprendes a no conocerte y no conoces al otro.

Es decir, en el ejercicio de la pulsión erótica pura y animal en realidad eres tú el que se está satisfaciendo y no compartes nada, y la otra persona, ya sea a través de sexo pagado o no, solo está cumpliendo un trabajo, por lo tanto lo hace sin ningún disfrute y al final del día se va, se acabó: en ese ejercicio no hay una conversación. El erotismo nace mucho de la conversación. En cierto modo, me siento un creador de atmósferas eróticas y creo que es una de las mejores que se puede crear; porque estas en contacto con la realidad misma del ser humano, es decir, su cuerpo, su quehacer, sus sentimientos, su manera de plantearse.

Dentro de su producción literaria, ¿Qué obra elegiría usted por optar en una en especial?
Creo que sería irrespetuoso con toda mi producción literaria escoger una en especial. Todas ellas tienen su propio valor. La única manera que encuentro de responder, dentro de lo que cabe, y con muchas comillas de por medio, a esta pregunta, es señalando qué poemas suelo escoger para leer y que suelen gustarle a los diversos públicos donde me he presentado. Entre ellos están los poemas Constance Chatterley o Cuando todos duermen. También Friné y el Poema XXVI de “En los sótanos del crepúsculo”, mi primer libro.

¿Qué hace antes de escribir?
Primero, evocar: todo empieza con una imagen. Sea de algo que ves, algo que hayas recordado, o evocado, o que te conmueva o hiera profundamente. Siempre he considerado a la rutina como una enfermedad mortal, peor que el cáncer. Así que intento hacer una catarsis evocativa a través del texto. Luego, con ese primer esbozo, investigo. Intento fijar un tema al texto, ya sea de otros poetas, novelistas, dramaturgos. Y luego empiezo a escribir, y a corregir, hasta llegar a odiar el texto. En estos casos, como en el vino recién abierto, es bueno dejarlo respirar, así que lo abandono y lo olvido unos días, para a continuación volver a él y concluirlo. Claro está,  hay que decir que todo escritor que se precie de serlo sabe que su mejor obra es la que jamás escribirá. Con todo, es un boceto de lo que vendrá. La búsqueda no tiene término, como definió a su propia vida el filósofo Karl Popper.

En este escenario, creo que el único criterio antes de escribir es el deslumbramiento, como el amante que contempla con ilusión la voluptuosidad del cuerpo femenino, por ejemplo, y que a pesar del paso de los años y el decrecimiento de sus facultades, no deja de enardecerlo. Pienso en los ancianos ante quienes Friné se desnuda para salvar la vida y evitar su condena. Es la descripción esencial ante el buen poema. Debe asombrarnos, conmovernos, su fuerza debe completarnos. Otros vendrán a hacer las descripciones lingüísticas, gramaticales y metalingüísticas, si éstas caben. A mí que me dejen con la pasión del poema, requisito indiscutible para escribirlo.

¿Qué opinión tiene usted sobre la poesía que se publica en la actualidad?
Que es un buen punto de partida.

¿Qué es para usted un buen libro?
El que me atrapa desde el primer momento, me genera una adicción por concluirlo, y ganas de leer más al terminarlo.

¿Cómo ve usted hoy por hoy la industria editorial? ¿Cómo autor, qué soluciones le daría a este problema?
Un solo problema: la ausencia de lectores. No hay lectores por el enorme analfabetismo crónico y funcional de los peruanos. Creo que la única cruzada en la que todos los escritores deberíamos estar comprometidos es en hacer que los peruanos, de toda condición, lean en el Perú. Ricos y pobres en el Perú no leen. Y eso es una tragedia inenarrable. Todos nuestros esfuerzos, nuestra creatividad, nuestro voluntariado, deberían ir en dirección de superar el analfabetismo en nuestro país.

¿Cree en los concursos o certámenes literarios?
Que son una buena manera de darse a conocer o alcanzar algún reconocimiento. Ahora bien, si un escritor somete su literatura a los dictados de los jurados, entonces es un literato de concursos. No creo que haya una manera más mercantilista de escribir.

¿Qué opina de las nuevas formas de difusión literaria por Internet, como revistas literarias, blogs, páginas sobre literatura, redes sociales, entre otras?
Que son un magnífico soporte y que deberían usarse de manera más intensa, creativa y rica. Nos permite acercarnos, comparar nuestros trabajos, leer en tiempo real, y romper con los cenáculos y las capillas literarias. Ahora todos pueden escribir y publicar. Hay que ampliar todos estos medios de difusión, por supuesto.

¿Cuáles son las obras que recomienda leer?
Ficciones, de Jorge Luis Borges; La Odisea, de Homero; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; Poesía reunida, de Antonio Cisneros; Contra viento y marea, de Mario Vargas Llosa; El manifiesto romántico, de Ayn Rand; Libertad bajo palabra, de Octavio Paz; Los heraldos negros, de César Vallejo; París era una fiesta, de Ernest Hemingway; y, Angelus Novus, de Enrique Verástegui. Luego, he estado leyendo la autobiografía del Presidente Nelson Mandela, Conversaciones conmigo mismo, un libro que recomiendo intensamente. Finalmente, he leído dos veces el estupendo libro de David Boaz, Liberalismo, un gran trabajo, de rotunda calidad, sobre la libertad y sus principales manifestaciones.

¿Cuál es el consejo que daría a los nóveles poetas?
Creo que han hecho bien en romper con la costumbre de unirse en grupos. Creo que deben leer más, e investigar con denuedo. Creo que su único compromiso como escritores debería concentrarse en lograr que cada vez más peruanos lean y comprendan lo que leen. Si no hay lectores, nada será posible en el Perú. Insisto: nada. Ni el progreso, ni el desarrollo, ni la modernidad, ni la cultura.

Por último: ¿desea agregar algo más?
Sí. Que los escritores sigan su vocación mediante un permanente ejercicio introspectivo que tiene que ser complementado con lecturas, bibliotecas, vivencias, acercarse uno mismo y ver lo que efectivamente a uno le gusta. Que no renuncien nunca a sus sueños y que procuren tener una vocación a largo plazo. Que no escriban por el reconocimiento o la fama, sino por la necesidad de escribir. Si quieren ser famosos dedíquense a la farándula. Que los escritores generalmente encuentran su destino en el camino que tomaron para evitarlo. Que hay decisiones en la vida que se tienen que tomar, y aunque la vida siempre da revanchas y segundas oportunidades, lo mejor es que piensen primero en ellos y su vocación antes que en nadie o nada más. Y que siempre tengan presente que los trabajos alimenticios son para sobrevivir, y que la literatura es para vivir. No se sientan desgraciados ni traidores a su vocación si un oficio les da de comer y les permite alimentar a su literatura. Así es la vida.

Surco, 15 de mayo de 2015.

 Poemas de Héctor Ñaupari

IX

La meta es el olvido.
Yo he llegado antes.
Jorge Luis Borges, Quince monedas, Un poeta menor.


Este es el poema del amor y la muerte.

En él diré que soy el vértigo,
el corazón roto de la ciudad
el sacerdote disoluto que ofrenda violetas al invierno.

En cambio, tú eres la herida que no sangra
la noche de veloces estrellas, el filo del suicidio
como un edificio alto o un puente largo como la sombra de un mástil.

Este es el poema del amor y la muerte.

Tú sabes que cuando te devoro estiro tu piel, la separo del músculo y la sangre y tan sólo mastico los tendones y el tuétano de tus huesos.

Recorro la dulce curvatura de tu cráneo y lo imagino impenetrable como las ciudades sumerias, entristecidas por la soledad y los leprosos.

Tú sabes que pruebo el vaporoso calor de tu carne palpitante extendida en mi secreto altar que comeré tu vestido de tul corroído por los gusanos sosteniendo tu intestino hirviente en los oscuros recodos de mis fauces.

Tú sabes que te amaré hasta que te pudras y hiedas en lo profundo de la tierra.

Este es el poema del amor y la muerte.

Y en medio del tibio repaso de tus ávidos dedos, soy la condenada desolación, que vaga por la eternidad, desesperado de ti por muchos siglos de búsqueda y asedio.


De En los sótanos del crepúsculo – 1999



XII


Son las seis de la tarde.

Dime ninfa, ¿Oyes acaso la respiración de las paredes?
Por favor, bebe el minuto constante donde no hay tiempo definido.
Quiero saber qué tesoros escondes en tus templos.
Dime, ¿Bajo qué friso esmaltado descifraste el enigma, con qué encantamiento nos negaste el agua?

Son las seis de la tarde, y ahora habito en ti: no hay rastro de estatuas en la piel ciega del delirio.

Ninfa, flama sutil y sugestiva
al verte estallan flores en cada uno de mis poros.

¿Porqué no me respondes?

Sabes que soy el delicioso contagio que se propaga en todas las fronteras de tu piel, y que inflama en tu boca un agua inextinguible.

Son las seis de la tarde, y te he desnudado sólo con el tibio repaso de mis ávidos dedos.
Tu boca entreabierta como la última mirada del ciego observa mi mágico cuerpo desolado y danza en él.

Eres un desesperado cervatillo
que se acerca al cazador sinuoso sin saberlo.

Tu piel brilla como la hoja de una espada
que hiere y abrasa todo lo que a su paso encuentra.

Son las seis de la tarde, no has respondido a mis preguntas, y me ofreces por toda respuesta la llamarada de tu vientre, una flor abierta ante el acoso de mis lluvias.

Mi rocío se desliza como la miel por esa pálida obertura de placer que ni siquiera tú conoces.

En todo el corazón del crepúsculo era mía, oh ninfa ansiosa,  y de tus poros mana el almíbar de dátiles maduros, mientras mis manos como arañas nocturnas se multiplican en la anarquía de tu cabello hirviente.

Son las seis de la tarde, y en ese instante eres en la mitad del mundo la espada que desgarra la piel de mis arcanas tribus, y de tus manos soy el príncipe que a tu terrible desnudez alimenta.

De En los sótanos del crepúsculo – 1999



ANTIGUA, ESCOMBROS Y TROMBAS


Cuando llueve ¿dónde están los dioses?
¿se dirá que hacen brotar el agua de los cántaros,
qué sueltan los torrentes?
Dylan Thomas, Se dirá los dioses cascan las nubes.


Hemos llegado a la ciudad de los antiguos escombros y las trombas implacables,
nos invaden las flores raras que crecen en los recodos de las piedras blancas que fueron hace mucho bóvedas y naves,
y también nos envuelve una especie de indulgencia que transmuta el milagroso aguacero que habita entre nosotros en una niebla de verano
este paraje de catedrales devastadas y densos nubarrones se ha vuelto nuestra patria personal.

No la buscamos, se descubrió ante nosotros como dos amantes que se toman por sorpresa.

Y era tal como la imaginamos,
una diócesis donde la agonía se detuvo apenas un instante, y la dejó desconsolada luego de estremecerla.

Nos cobijamos en el ruinoso altar del ángel para besarnos
sin vernos
saltamos hacia sus columnas rotas por los cataclismos,
para que nos abrace la garúa que crepita sin apremio hacia el extravío.

Y allí te habito espléndida
súbitamente me entrego a ti, resistiéndome, como los últimos días del invierno no se someten a la primavera que inevitable nace
hasta que son vencidos,
y así con tus piernas entrelazadas como una guirnalda de siemprevivas entre mi cintura y mi espalda salimos a las calles
nos ven las vacías cuencas de los santos enmohecidos de estas iglesias
despojadas de sus córneas e irises
por el celo devastador de una naturaleza apasionada,
la misma naturaleza que poseyó su humana arquitectura en un delirio desesperado y magnífico, proyectado en tus ojos inéditos
entonces atrapamos este momento tal como Nabokov sus mariposas para retenerlo en los labios la memoria y esta ciudad que sediciosa nos oculta.

De Rosa de los vientos – 2006


ELOGIO DEL BUEN AMOR


....puesto que yo soy eso,
yo soy lo que el murmullo de aquellos bebederos
me dejo en el oído, soy el rico sabor
que entregó el bello fruto, una vez, a mis labios...
Rainer Maria Rilke, A la  esperada.


Aún no llega la hora plena de claridad y te veo estremecida en una esquina de la cama.

La alcoba a oscuras nos traiciona y muestra el caos en que fuimos marinos a la deriva,

enloquecidos cálices de crisantemos dorados arrebatados por el goce de los colibríes.

Las sábanas se diluyen en tu cuerpo de gladiolos, tus nalgas conservan el carmesí de nuestros secretos alegatos.

Nuestro buen amor

ha sido un perfecto salto al vacío.

Ah tus caderas vibrantes tensadas entre mi cuerpo como el miedo intuitivo de un acróbata ciego.

Este largo amor nos mantuvo despiertos

como una espera que no da tregua alguna

semejante a un soneto que repica y refulge al mismo tiempo

y que cedió sus pausas a los puntos suspensivos

que sueltan los cabellos de tu imaginación.

Nuestro buen amor

tiene el sabor de la piel recién lavada.

Ahora te miro
con ese mismo asombro antiguo del que escribió el poeta.

No te recuerdo como hace un instante, en esta misma alcoba donde en su hora más umbría,

te presentabas ante mí más nítida que un mediodía de enero

y donde impacientes y urgidos nos acometíamos tensos y sobrecogidos como dos duelistas,

sin más motivos que esta impaciencia por tocarnos,

sin más armas que
nuestra piel sudorosa y febril,

nuestra piel anhelante

como una adolescente que se toca desnuda por vez primera,

viniendo a mí

sin más dote que tu furor por cabalgar embelesada en mi cuerpo y sostenerte en mi pecho sorprendido por el feroz arrebato de tus manos, devorado por el clavel tinto de tu boca

suplicante de ti como un viejo vigía desterrado del mar

en ese instante
en que por fin la luz te toca y me llamas.

De Rosa de los vientos – 2006


PENÉLOPE


Sólo perduran en el tiempo las cosas
que no fueron del tiempo.
Jorge Luis Borges, Quince Monedas, Eternidades.


Deja que te vea como un ardor pálido y desnudo, puro como el agua del primer día de la creación.

Permite que sea tu padre, arropándote en tu hora primera.

Consiente que te sorprenda como una fiera que, incógnita y enloquecida, irrumpa ante ti
buscando tu piel erizada de pánico
o tu pecho detenido en el fúlgido instante de la muerte.

No impidas que mi amor se extravíe en tu boca, donde nacen todos los pétalos o se atesora el rocío último.

Me parece que hemos vivido antes este sueño
donde te poseo y te contemplo al mismo tiempo
                                                           tal vez la mañana antes de partir, o la noche de conocernos,
en que arrobados
como el suicida decidido e inmisericorde
nos dejamos caer, desventurados, a las entrañas del vacío.

No lo recuerdo bien. Hace ya veinte años de dejarte.
Pero todavía guardo invictas, algunas fuerzas,
para imaginar, por última vez, tu nocturno recorrido a los brumosos bordes del mar.

Me advierto incesante en tu larga carrera hacia las olas.

A ellas te acercas sin más vestidos que la noche, sumergiéndote desesperada y obsedida en sus brazos.
Su vaivén soy yo, tu esposo, que te sueña. 

Y al advertir nuestro lecho nupcial convertido en una encendida ausencia, te extraño, esposa.

Entonces, invadido por la melancolía, cobras súbita forma.
Tu cuerpo resplandece delicado entre los arroyos donde nos entrevimos

asombrados como dos amantes estrenados y jóvenes
desafiando al tiempo implacable que no conoce
de nuestros ardores intactos como tus muslos cerrados en mí.

No le pertenecemos.
Y pensar que estando tan lejos nos sentimos más juntos.
Ahora esa distancia tan lejana nos une.

En eso, que me aproximo a nuestras tierras de perpetua niebla, donde nada separa a las sombras de la luz, termina el sueño.

Bien sé que han llegado hasta ti terribles historias. Nada temas.

Circe
                        Calypso
                                               Nausicaa

Jamás fueron esposas ni amantes ni afiebradas alucinaciones para soportar la soledad insomne de un hombre perdido.
Son únicamente las doloridas sombras
de este atormentado contador de historias

que debía inventar hechiceras, diosas y princesas

para no enfrentar la infeliz realidad de su protagonista:
vencedor de un combate sin héroes
un náufrago sin nombre
la víctima más famosa del mar inagotable.

Por eso seré el asesino de tus pretendientes y mis remordimientos.
Los desollaré vivos como a los celos que te consumen.
Dejaré que su sangre se apelmace en tu lengua para que jamás pronuncies sus nombres.

Y entonces, encallarás para siempre en mi pecho tiznado y
 sumergido en una fiebre que no espera,
y las huellas de tus pies no irán más hacia las olas
pues marcarán irremediablemente mis hombros y caderas simultáneamente
en una postura tan imposible como nuestra

Y en ese movimiento que titila como el brillo solar que antecede al crepúsculo
nos quedaremos, al fin, extraviados pero unidos
como la memoria y el olvido.

De Malévola tu ausencia y otros poemas - 2015


CONSTANCE CHATTERLEY


Y en mis noches te sueño.
José Escajadillo, Yo perdí el corazón.


Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

En cada gota de la garúa que hizo infeliz a Melville.

En cada paso de los años
también por el vientre desnudo de los claustros,
que se hallaban igual de desnudos que tus caderas, hermosas y fieras, acezantes, febriles y acombadas como el tigre de Blake, o el de Borges.

Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

Para volver a amordazar tu boca y hacer de nuestro amor lleno de tierra y hojas secas un condado de silencios y cadáveres exquisitos, una ruta de heridas apenas curadas en tu piel, un rosario de mentiras para que tu marido no se entere,

Y así te busco, Constance,

¡Oh cómo pugnaba tu lengua por salir de la trampa!
¡Oh cómo no poder liberar tu boca pues sería la mía devorada!

Ante ti, bacante mía, mi lengua arrebatada de raíz como una rosa en el ojo de un huracán, consternado la veía sangrienta en tu úvula espléndida, mis dientes y mejillas sometidos a tu capricho, ah Perséfone de mis crepúsculos más siniestros.

Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

Te busco sin hallarte en esos momentos nuestros, cuando tus manos eran noches cada vez más nocturnas, cuando tus muslos eran tallos cada vez más frágiles temblando entre mis piernas,

Cuando nuestros labios se parecían tanto a las jóvenes extraviadas en el laberinto de Creta de nuestros besos,

Cuando decías, sé mi Minotauro, embísteme sin tregua, come mi carne, bebe mi sangre, libérame de una vez de este estupor cotidiano, apártame de este maldecido calvario de días que se suceden, todos iguales.

Quiero ser libre, musitabas, quiero estar sumergida sin cesar hasta tus más álgidos vellos, gritar más allá del frenesí del vino, como una Ménade delirante.

Quiero que seas mi mujer y yo tu hombre, rogabas, el que rasga tus vestidos y te hace suya sin ningún juego previo y sin pedir permiso.

Quiero invadirte como las olas a la orilla del mar o el olvido al tiempo.

Quiero acercarme a ti hasta que no exista más distancia entre nosotros que tu cuerpo en el mío y el mío en el tuyo.

Quiero abandonarme en tu sexo imparable como una inundación hasta la eternidad sin pausas que se prometen los amantes que nunca más volverán a verse.

Y quiero que, cuando agotados todos los susurros que del fuego vienen, cuando se hayan vueltos negros por el hollín de la chimenea donde nos conocimos y fuimos otros, o tal vez los mismos, sólo queden flores como poemas en tus venas.

Y así te busco, Constance, Constance,
desenredándote en mi pecho, en mis huesos, en mi espalda,

te busco en el borde de la cama donde tomaba tus muñecas, para tensarte y contraerte como un músculo expuesto,

donde te bebía, copa mía, hasta dejarte vacía,
donde te encendía, tea insondable, para no dejar sino cenizas.

Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

Repaso con mi lengua y mi cuerpo todo el frío piso donde te sometía bruscamente como la tormenta del otoño.

Te estoy buscando, Constance, en el recuerdo de la curva rotunda de tu culo perfecto,

alzado
                        vibrante
                                               dispuesto

viniendo a mí arrogante como los ejércitos de Jerjes dispuestos a morir en su entrega, como moría yo cada tarde en tus brazos.

Y ahora que muero, en la penumbra, será tu nombre
la última palabra que mi boca pronuncie:

Constance
                                   Constance
                                                                       Constance.

De Malévola tu ausencia y otros poemas - 2015



Sobre el autor:
Héctor Ñaupari (Lima, 1972). Poeta, ensayista y conferencista internacional. Se graduó en forma sobresaliente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, tiene estudios concluidos en la Maestría en Derecho Civil del citado centro de estudios, y un Diploma en Estudios Superiores de Derecho de la Universidad de Salamanca, España. Es autor de los libros En los sótanos del crepúsculo (1999), Páginas libertarias (2004), Rosa de los vientos (2006), Libertad para todos (2008), Sentido liberal, el sendero urgente de la libertad (2012), Malévola tu ausencia y otros poemas (2015) y Liberalismo es libertad (2015). Obtuvo la mención honrosa en el III y V Concurso de Ensayos Caminos de la Libertad de México, en el 2008 y 2010 respectivamente.