domingo, 30 de noviembre de 2014

"Como una hoja drogada por el viento" de Michael Alberto Jiménez Melchor - Paolo Astorga

Como una hoja drogada por el viento


Como una hoja drogada por el viento
Michael Alberto Jiménez Melchor
Ángeles del papel, 2014


Como una hoja drogada por el viento (Ángeles del Papel Editores, 2014) del poeta peruano Michael Alberto Jiménez Melchor (Lima, 1981), nos presenta como tema central al amor como una vitalidad contemplativa. El símbolo amoroso en el poemario es muy parecido a un susurro o caricia. Poemas breves y sentenciosos buscan un efecto de toque breve pero intenso. Sin embargo, la fuerza de este brevísimo libro está en la utilización de sus simbologías. El volar es una de ellas. Volar es una especie de liberación, es un desprendimiento del peso angustiante de nuestra soledad, de nuestra propia vida. La creación es volar, volar es un medio para ir hacia donde se desea. Es la posibilidad de tocar lo deseado. Veamos:

he visto unos dibujos y empecé a volar
envidié los trazos que bailaron sobre el papel
quise ser un trazo de aquella hoja
dejarme llevar por el momento
reír con la tinta

Como observamos el poeta busca un desdoblamiento, un nuevo poder. El deseo es la libertad y la palabra misma que crea esa libertad. Los poemas de Michael son simples como el viento. Simples como un suspiro que nos deja en el corazón el sabor profundo de lo breve.

Otro de los símbolos que puebla este poemario es el de los gatos. Los gatos son lo enigmático, una metáfora que combina lo cotidiano con lo sensual en una mística del movimiento silencioso. El gato es el amante, pero a la vez, el silencioso misterio del placer. La búsqueda en el sigilo es la sorpresa de la unión.

hoy quiero trepar por la luna
llegar hasta tu casa
arrastrarte de la sombra
morder tu aliento
lamer tus suspiros
casarme con tu instante
llenarte el corazón de gatos.

Como vemos el poeta intenta emprender un viaje hacia la comunión breve pero intensa. El amor lleva siempre el signo de “completitud” en tanto intenta escapar de su soledad, de su angustia ante lo no poseído. Esto que nos presenta es tan antiguo como el mito de la media naranja. Observemos:

me treparé a la cola de un cometa
cabalgaré así hasta tu universo
dibujaré figuras estelares en el espacio
hasta convertirte en constelación.

Como podemos ver, el poeta siempre intenta un acercamiento para lograr una trasformación. La trasformación de lo amado es interacción. La interacción crea una única identidad: La unión y de allí, la satisfacción del deseo que lo mueve. Y es el movimiento un escape contra la ausencia, el movimiento emotivo hacia lo sensible se fundamentan en ese volar. Pero además, el poeta busca, recuerda, actúa, vive. La libertad es siempre azar, pero a la vez, una necesidad de encuentro. Este libro está construido bajo este influjo: el encuentro. Pero no un encuentro que se agota en lo corporal, sino es un encuentro cercano a una especie de comunión redentora.

me abrazo a las esquinas
repiten tu nombre los postes de luz
un perro me saluda desde algún techo
nuestro paradero está desaparecido
una banca de parque desdibuja tu sombra
ahora me llamas ausencia

La ausencia se vuelve repetitiva en las últimas partes del libro. La ausencia siempre es un estado desolado, vacío donde comunicar la frustración del placer perdido. Nuevamente un deseo de completitud nuevamente, ante la soledad, el dolor de la pérdida, el olvido.

desapareció
como quién no quiere respirar otra vez

Se fue lejos
como una hoja de árbol
drogada por el viento

Sin duda, Como una hoja drogada por el viento, es el testimonio vital de un ser que vive el amor como un ciclo, como un eterno retorno. La sencillez es el mejor estilo de Michael, lograr la condensación en la diáfana profundidad de sus versos que surcan el espacio como hojas drogadas en busca del cuerpo amado, de la unión absoluta.


Paolo Astorga


"Cultura combi" de Julio C. Benavides Parra - Paolo Astorga

Cultura combi



Cultura combi
Julio C. Benavides Parra
Ángeles del papel, 2014


Cultura combi (Ángeles del papel, 2014) del poeta peruano Julio C. Benavides Parra (Lima, 1977), nos muestra de manera directa e irónica el diario vivir dentro de ese monstruo de cuatro llantas llamado “combi”. El libro se propone generar un discurso poético que desentraña la violencia como único lenguaje posible ante la miseria de lo posmoderno. El medio de transporte se transforma en un verdadero averno, el simple abordaje de estos cacharros oxidados que fungen de nuestro diario transporte se transforman en el símbolo de toda una sociedad presa de sus frustraciones y miserias. El poema I, nos plantea desde el inicio su ánimo descriptivo de nuestra propia idiosincrasia:

Mi estómago
suena,
debo cenar al llegar y
un rompe muelle
me mueve el trasero.
Una música
tal vez cumbia
me hace doler la cabeza
en esta coaster asesina
solo tengo un sueño
llegar a casa.

Se me prohíbe soñar.

Como observamos el poeta nos retrata ese mundo urbano donde la angustia y el azar se transforman en violencia vital. En esta ciudad de “combis asesinas” solo se puede ensayar el sueño de los sobrevivientes. Y mientras la incomunicación se acrecienta, mientras la soledad y la necesidad de equilibrio solo son meros “sueños prohibidos” el poeta testifica su diario vivir en una sociedad desmoronada, mutante, radioactiva.

Aún no he llegado
ni a tu puerta
ni acariciar mi ventana
ni las horas azules
el viento me ventea la cara
y es abierta la puerta
espera una caída de
un fulano, zutano, más mengano
más las policiales
de un diario
el policía detendrá el auto
y yo digo en silencio
cierra la puerta
¡Carajo!

La violencia verbal, la corrupción y la informalidad han generado un estado donde la única verdad es la misma violencia, la indiferencia, sin embargo el poeta es un neorromántico, un ser melancólico que debe enfrentar en su cotidianidad a la angustia de lo que se va pudriendo, la destrucción de las ilusiones:

A pesar de tener
solo unos años
y tantas ilusiones
su mirada era triste
como el bolero del bar
como el cielo de Lima.

El poeta se enfrasca en una lucha entre lo ideal y lo real y eso le genera angustia, una necesidad obsesiva por querer retratar la ciudad y sus miserias. La soledad es el lugar de este poemario, la nostalgia de que la ciudad se enfrasca en su propio apocalipsis y que solo queda la incomunicación y la barbarie. Solo la ironía puede desprender a las moscas de la herida putrefacta, la ironía no es la cura, sino solo el espasmo de los moribundos. Pues:

Cada segundo y
paradero es hacer una mueca al destino
el subir en un auto en Lima
es una eterna ceremonia de despedida
y un canto a la vida
si se llega al destino final.

No morir en el absurdo, esa es la consigna del poeta. El discurso se centra en el escape de la muerte, la angustiante rehuida ante la desesperación, ante la insignificancia. Benavides, colma su poemario de imágenes ligadas a lo religioso, en tanto se ve cercano a la desaparición, convertirse en un occiso cotidiano, un cadáver que a nadie importa. Sin embargo la ironía matiza esa angustia ante la muerte:

Hoy no subí a la combi
no tomé ningún transporte
solo caminé
y en el nombre del padre
estoy salvado
y no tuve el corazón por la boca
y al no subir en el auto
ni la madre fue mentada
y el espíritu  que tal vez
quede en vilo
si me subo al carro
no fue invocado
y el crucifijo
que es vital
no fue necesario
hoy creo en Dios,
no subí en combi.

Como vemos esta travesía urbana por el transporte nacional es solo el preámbulo hacia una muerte tonta, estúpida. Benavides lo sabe, por eso el manejo de su lenguaje es llano, casi como una confesión maníaca contra las desgracias de nuestra sociedad presa de la paranoia y lindando con la esquizofrenia.

La vida “no vale nada”
dice la canción
espero llegar a casa
me cojo de mi asiento.

Y al final de este viaje accidentado, el humor es lo único que queda. Testimonio de ello es el Poema XXX que parte de las “dignas” huelgas de transportistas para a partir de ello, mostrarnos “el paraíso” sin las diabólicas combis. Veamos:

Hoy hubo huelga
de transporte público
no veré autos
que rugan y maten
transportistas que lanzan
vituperios e insultos
y ponen rostros
de locos de la pista
cobradores que cobran
a cada rato
y tanto humo sobre
mi cara
una pista repleta
tampoco veré
policías coimeros
ni semáforos con desperfectos
es un día como
hace mucho
no se veía
pista despejada
menos violencia
en la calle
y sin ráfagas de insultos
hoy sin transporte público
se puede andar
sin ser atropellado
parece un sueño
portada para un cuadro.

En suma, Cultura combi, se nos presenta como un molesto espejo de lo que es, vergüenza propia, nuestra sociedad. Informal y violenta. Aquella que se ha resignado a su tragedia diaria y se ha acomodado “como pueda” a su asiento sórdido y violento de cada día. El poeta es un cuerpo que sufre su angustia, pero también, un descriptor de ese cáncer muy de hoy llamado indiferencia.


Paolo Astorga


miércoles, 5 de noviembre de 2014

"Camping en el país de las maravillas" de Rebeca Urbina - Paolo Astorga

Camping en el país de las maravillas





Camping en el país de las maravillas
Rebeca Urbina
Carpe Diem, 2014


Camping en el país de las maravillas (Carpe Diem, 2014), de la poeta peruana Rebeca Urbina (Lima, 1983) nos introduce desde un discurso descriptivo y confesional a un mundo plagado de nostalgia y simbologías de la vida cotidiana. Existe en cada poema una reflexión frente a las cosas y su significado a partir de la interacción con las mismas. Esta interacción hace que los poemas de Rebeca se conviertan en oberturas existenciales donde cada experiencia perfila el mundo interior y configura una conciencia integradora. La primera parte del libro Casa en el árbol, se nos muestra desde las experiencias del mundo familiar de la infancia. La intimidad es un signo explorado a lo largo de este apartado. La intimidad es un lugar para extraer la textualidad de la poesía. Un ejemplo de ello es el poema “Arché” donde el nacer se nos presenta como una experiencia angustiante pero asombrosa, un arrojo al mundo como una forma simbólica de iniciación, donde el mundo es, al fin y al cabo, un encuentro con el azar que construimos y del que, paradójicamente, intentamos huimos.

¿Con qué derecho me exiliaron al escalofrío?
Tomaron fotografías sin hablar con mi agente
¿Por qué ponerme de cabeza y darme palmaditas?
Exponerme desnuda en una caja de cristal
Esto es un rapto. No cabe duda.
No sé dónde estoy ni adonde iré a parar
No sé si volveré a ese hotel de cinco estrellas
Rompieron el camino frente a mis ojos.

Esta travesía poética nos muestra una serie de escenas donde la poesía es esencia de las reminiscencias, del recuerdo que es frugal y efímero. Sin embargo, su vitalidad radica en la exploración de las cosas que rodean esos recuerdos. El cuestionamiento, la reflexión que acrecienta los significados. Por otro lado los poemas alternan dos realidades: la realidad real donde los objetos y los deseos se mueven en un mundo de desesperanza, frustración y desilusión y en otro mundo fantástico, donde la inocencia se sostiene en la ignorancia, en la majestuosidad de la pureza, que sin embargo, crea un choque, una ruptura entre el conocimiento y la frustración de los deseos. Un ejemplo  es el poema Turbulencia.


Tengo ocho años y un soplo al corazón.
Nos lo dijo el doctor de bigotes antes del viaje a Cusco.
Yo lo sabía hace tiempo, pero nunca dije nada.
La primera vez que lo sentí tenía cinco años
Mamá metió mis juguetes en cajas
“dale un beso a tu papá”
Besé su cachete mojado y sentí el aire frío
en la garganta   en el corazón   en la barriga.
En el taxi volvió el soplido: “tu papaya no te quiere”
Yo empecé a golpearlo con mi puño para que se calle
Un domingo en casa de papá vi a una señora de pelo teñido
y sentí como si una corriente helada me estuviera arrancando
el corazón.
Felizmente no lo logró, no sé dónde conseguiría otro.
Algunas noches en el camarote el corazón empieza a silbarme.
Yo lo sobo suavecito para que no despierte a mamá.
Mis padres dicen que los problemas son cosas de grandes.
Yo creo que son como soplos al corazón.

La ficción, la fantasía, funcionan como elementos mágicos frente a la cruda realidad que nos hace entender la vacuidad de nuestra existencia. La poeta lo sabe, por ello, nos muestra esas heridas en un ánimo de formarnos una imagen de las vivencias íntimas y salvarlas de la desolación a través del lirismo. Expresar con la metáfora la vida familiar, sus matices, contraposiciones y belleza. Un ejemplo de ello es el poema “Fotografía de alcoba familiar” cuyo lenguaje está muy relacionada a la de la poeta Alessandra Tenorio en Porta / Retrato, un mirar hacia atrás con ojos de nostalgia donde la experiencia vital es una veta para la creación poética frente a las iniquidades del presente.

En la siguiente sección denominada Del amor y otros estropicios, el discurso se configura más cercano a las relaciones amorosas y a la frustración como materia para la creación. El amor es un escape, un estado de antisoledad. Poemas como “Parque Kennedy” nos muestran las primeras experiencias amorosas y su frustrante brevedad. El amor como un anhelo inhallable, como violencia y conocimiento, son para la poeta instantes donde la palabra se hace cumbre y necesidad:

Leía a solas en una banca del parque y sentí que alguien se acercaba.
Apenas levanté la mirada, ya estaba a mi lado.
Un gato con larga cola a rayas y mirada desafiante.

Había muchas personas en el parque leyendo, dibujando, riendo, pero me eligió a mí.
Había muchos gatos en el parque, retozando, durmiendo, maullando, pero entre todos lo escogería a él.

Los primeros minutos se mostró receloso, daba pequeños pasos por la banca, ojeaba mi libro como si no le interesara, se erizaba en señal de alerta.
Poco después empezó a acurrucarse en mis piernas, a lamer mis codos y hasta a rascarse con desesperación, tirándome encima sus pulgas. No lo regañé, si aceptaba sus ojos hipnotizantes, también aceptaba sus plagas.

Intercalaba la lectura de mi libro con los planes a corto plazo: Cómo convencería a mi madre para que lo acepte en casa, en qué parte de mi cuarto podría dormir, si le gustaría más la leche entera o la descremada.

De pronto sentí frío y volteé a acariciarlo. El bellaco ya no estaba ahí. Me había abandonado con imperceptible frialdad. A lo lejos lo vi contornearse seduciendo a su próxima víctima.

Veleidosos son los gatos y sus apegos, pero siempre habrá suficientes en el parque.

En la tercera y última parte denominada Archipiélago, el discurso se centra en la pérdida de la inocencia y la insatisfacción ante el dolor y el tiempo. La incomunicación y la frustración son motivos de los poemas que aquí se presentan. La soledad y las miserias, temas que se tocan en este apartado, expresan la naturaleza y la vida que discurren como música suave por el verbo. Sin embargo, es en esta parte del libro donde hay un despojo de la metáfora entreverada y se abre paso a un tono muy profundo y confesional. Quizás el poema mejor logrado de este apartado es “Marina”, donde podemos observar a modo de suma poética la necesidad de darle un significado a la vida y al tiempo. Vemos que en la confesión, en la narración de lo vivido, se nos muestra la belleza y su arrogante veleidad.


Entre la arena
busco las curiosidades marinas
más perfectas. Mis manos se pierden,
se ensucian, se refugian. Son muchos corales
y tengo sólo dos manos. Los revuelvo. Los escojo.
Los estrujo. Los desprecio. Los pierdo. Sé que no
puedo estar eternamente mezclada con el mar.
La orilla me llama, me mira, exige mi regreso.
Cedo a su imponente autoridad. Cojo mis
riquezas y emprendo el doloroso
camino sin mirar atrás. La perla preciosa sigue escondida en la arena.


En suma, Camping en el país de las maravillas es un poemario muy original y con grandes cuotas de lirismo. Una invitación al disfrute y a la reflexión desde una filosofía de lo cotidiano. Es un libro vivo y con una gran luz que intenta hacernos rememorar ese tiempo que no vuelve, sino que se reconstruye  interminablemente en nuestros gastados corazones.



Paolo Astorga


"El infierno está lleno de memoria" de Charly Martínez Toledo - Paolo Astorga

El infierno está lleno de memoria



El infierno está lleno de memoria
Charly Martínez Toledo
Kovack Editores, 2014


El infierno está lleno de memoria (Kovack Editores, 2014) del escritor peruano Charly Martínez Toledo (Lima, 1984) es un conjunto de cuatro cuentos donde la intensidad narrativa radica en la intimidad de sus personajes. Charly Martínez logra profundizar en la psicología de sus personajes que lindan con lo bizarro y la melancolía existencial. Desde su primer libro Las púas y otros cuentos, ha ido construyendo un universo narrativo donde la frustración, el fracaso y la exploración del cuerpo como discurso se confrontan con una realidad alienante y desgarradora.

En el caso de El infierno está lleno de memoria, el autor nos propone el siguiente derrotero:

El primer cuento llamado “Confesión” nos muestra una revelación dolorosa y traumática de lo bizarro. El protagonista sufre la tragedia personal de no poder controlar sus desordenes estomacales. Esto hace que su modo de vida se vea afectado por un profundo absurdo que ha ido mermando su mente hasta hacerlo esquizoide y solitario. La marginación es, en este cuento, una forma de mostrar el dolor profundo de la existencia; una lucha entre la normalidad y la anormalidad que generan una profunda marginación y fracaso.

“Mirkala”, es un cuento que tiene como locus la tensión pasional y el amor que se nos muestra como una posibilidad, como una psicología de la seducción. El cuento es un fluir del erotismo como discurso, como contemplación, como deseo inevitable de la unión de los cuerpos. A lo largo del cuento inferimos que Mirkala es el símbolo del amor ardiente que luego se transforma en performance amatorio. Por otro lado Mirkala se presenta en la narración como una identidad ambigua que se perenniza impredecible frente al placer y la soledad de la miseria.

Siguiendo una línea parecida se nos presenta “Réquiem por una princesa”, un cuento con una gran influencia ribeyriana. Es la historia de la miseria del amor frente a la frustración y la profunda desolación. Josué, un cándido muchacho que se enamora perdidamente de Letea, se enfrenta ante lo inevitable, ante el desgaste de las relaciones, ante la ignominia y la incomunicación. El cuento es un largo fluir hacia el abandono, una sinfonía in crescendo de la devastación, del desamor. El tiempo y las confrontaciones, las lejanías y contradicciones acrecientan la frustración para decantar en la pérdida total de lo deseado, para dar paso a la eterna melancolía.

Y por último tenemos a “Wenceslao”, un cuento muy intenso donde la ternura y la violencia son constantes manifestaciones frente una realidad que condena a la desidia y a la indiferencia; a la marginación y la invisibilidad. Wenceslao, es un personaje al que se lo ha abandonado desde la infancia. Miembro de una familia destruida solo tiene un único refugio: la literatura. La sensibilidad y el deseo de crear una alternativa a su realidad, un paraíso artificial, lo llevarán a su propia destrucción. La soledad y el amor son espacios donde nuestro héroe transitará hasta dar con la violencia de los marginados, de los que viven en la destrucción misma del infierno personal.

En suma, estos cuatro brevísimos cuentos de Charly Martínez Toledo, intentan de modo intenso y reflexivo, mostrarnos esa herida cotidiana que es vivir. El amor, la soledad y esa necesidad de encontrarse en la felicidad o por lo menos ser aceptado frente a los otros que nos anulan, son temas vitales en la narrativa de Martínez. El énfasis de este narrador es, sin duda, mostrar con toda la sordidez posible la condición humana de seres tan efímeros, derrotados y deteriorados como nosotros mismos.



Paolo Astorga


lunes, 13 de octubre de 2014

"Desde la montaña grito tu nombre" de Gloria Mendoza Borda - Paolo Astorga

Desde la montaña grito tu nombre


Desde la montaña grito tu nombre
Gloria Mendoza Borda
Lluvia editores, 2013

Desde la montaña grito tu nombre (Lluvia editores, 2013) de la poeta Gloria Mendoza Borda (Ciudad del lago, 1948) nos envuelve desde los primero versos en una atmósfera donde todo comunica, donde lo espiritual es referente y conexión. Los poemas de Gloria tienen una fuerte raíz andina y esto se observa de manera patente, pues podemos captar en cada poema recorrido, una voz que construye un diálogo que no parte de lo posmoderno, sino que se interioriza en la comunión con la naturaleza que entrega sus secretos, su necesaria magia en un mundo signado por el caos. El poema siempre es un nosotros, una necesidad de unión con lo comunal. La naturaleza y el hombre son uno solo y el flujo es movimiento de vida y creación, allí donde el dolor, la soledad y la pérdida son a la vez parte de un ciclo vital, pues:

desempolvando la miel de los balcones
asumo la dimensión de fuego
heredad de historia en lengua de las montañas
en lengua de río en lengua de poeta.

La poeta es la que grita su canto, el canto vivificante hacia la naturaleza que es al fin y al cabo la madre o bastión de todo lo que vive. Es el centro de la reflexión, la conexión mayor. La matriz. El símbolo por antonomasia de la naturaleza como elemento vivo y en constante movimiento es la montaña, es decir, aquel elemento andino que tiene la tutela de un pueblo pues controla desde la geografía, clima, hasta la misma idiosincrasia de un pueblo y sus formas de actuar respecto a la naturaleza. La montaña es el apu, es el dios que protege y que habla, que canta. Por eso el canto de Gloria es un canto que linda el agradecimiento y el asombro, la totalidad de lo que, aunque cotidiano y simple, guarda un secreto que une, solidariza y hermana.

están los campesinos emparentándose
con los cielos y la muerte entre los vivos

nevado horizonte furia desesperanza
agonía de desheredados
a pesar de todo
sois los dueños absolutos de las montañas

dueños del espacio sideral dueños de los árboles y los pájaros
dueños de la leche recién ordeñada / dueños del trigo
y la pureza de las flores.

Una inmensa ternura puebla todo el libro y desnuda una voz que ha logrado reconocer el verdadero ciclo de la vida: la naturaleza como totalidad que aunque venza la muerte, aún la historia y la vida persisten como manifestaciones de la naturaleza vivificada, animada y protegida por el enigmático personaje aymara de Martina que permite la travesía, el necesario encuentro con todas las sombras y las evocaciones.

SEÑORA TRISTEZA
Buenas noches mama Martina acompañada de yatiris
de la lluvia en agonía entre triste trinos
luego de relámpagos de las penas cotidianas

corola deshecha madre tierra entre pólvora y voces

en este movimiento de lava y piedra
sentimos flechazos de pájaros salvajes
en nombre de la inocencia humedecida por lejanos sueños.


La poesía de Gloria Mendoza es una poesía desprovista de oscuridad. La luz es su signo más patente, la búsqueda y la descripción del universo natural. Es a partir del discurso poético que se puede pintar la vida y captar su valor trascendente, la eternidad de los momentos:

EPÍSTOLA PRIMERA

Charco de tierra destruyo la voz del olvido luego del diluvio
acuérdate que existen ovejas en copos de nieve
la trenza airada de mama Martina y la  canción
de la sacerdotisa implorando no al aullido de los perros
no a la boca viperina si a la ruda sí al romero si a las rosas

escucha poeta la estación termina
y las cosas que dejaste
las calles donde las esquina son faros
el cielo multiplicando sus astros
la sonrisa la muerte/ aún todo está intacto.


En suma, Desde la montaña grito tu nombre, es un canto a la vida y a la eternidad de la poesía. Gloria nos demuestra con un estilo agradable y profundo una necesidad por reivindicar, por darle una voz a sus experiencias y sobre todo mostrar ese deseo por perennizarse en la naturaleza viva y en movimiento.




Paolo Astorga

"Ars memoriae" de Miranda Merced y Lynette Mabel Pérez - Paolo Astorga

Ars memoriae




Ars memoriae
Miranda Merced y Lynette Mabel Pérez
Verde Blanco Ediciones, 2014

Ars memoriae (Verde Blanco Ediciones, 2014) de las poetas puertorriqueñas Miranda Merced y Lynette Mabel Pérez, es una travesía por la memoria y los recuerdos de la infancia y la adolescencia, donde el amor y la ternura se mezclan con la indiferencia y la violencia. El libro se nos va presentando como pequeñas estampas de momentos vividos donde cada poema nos va dejando su lirismo y complejidad. Por ejemplo en el poema “En un susurro”, nos encontramos ante el discurso de un bebé antes de nacer. A modo de diario observamos cómo un acto tan natural como la evolución en el vientre se transforma en un hermoso discurso poético que mezcla la ternura y la unión de dos vidas mientras revivimos nuestro propio nacimiento. Veamos este fragmento:

Mi cabeza se aplasta contra el ojal. Mi lecho seguro, mi universo, me expulsa de sí. ¡Madre, ayúdame! Otras voces me rodean. Todas suaves, parecidas a la de ella. La confortan. Ella susurra: "Lariii, larariru ruriruuuu, laariii, laaaa". El golpeteo rítmico se apacigua. El ojal se abre. Las paredes me empujan hacia él. Mi cabeza se acomoda a un túnel estrecho, resbaloso, poderoso. Trato de abrir los ojos, de agarrarme a algo. El viaje ya comenzó. Me deslizo. Susurra el mantea. Las mujeres cantan con ella. El túnel comienza a liberarme poco a poco, primero la cabeza, giro un poco, siento que algo me sostiene con fuerza, que me hala mientras el túnel me libera. Ahora el pecho. El recorrido se acelera. Me desata. Extiendo mis brazos. Me siento sin sostén. Ya no me rodea la tibieza. Me abruma el frío, el ruido, la falta de sostén. Me desespero. Un dolor agudo me penetra, entra por mi boca, llega a mi centro, me duele, me duele el centro. Una presión extraordinaria se apodera de mi interior, me siento estallar, escucho un llanto agudo. Soy yo. El llanto libera la presión. Trato de abrir los ojos, pero una brillantez me ciega... Y escucho su voz.

El libro está escrito con fragmentos de recuerdos, con partes de momentos de vida. Cada poema refleja un aprendizaje, el asombro del conocimiento, de la identidad en el mundo. Pero también es en ese viaje hacia las raíces de la infancia lo que hace reconocer las primeras experiencias tristes y dolorosas de la vida que siempre, nos dejan el mensaje de nuestra fragilidad y el reconocimiento de la realidad. Con grandes atisbos de lirismo podemos mapear estas experiencias en el poema “Resurrección” donde un acto tan humano como ir al baño, para un infante, se convierte en una odisea épica que deja su halo transformador de la fantasía en realidad. Veamos:

No pienso en gritar, cada movimiento está enfocado en la salida. Mis pies tratan de apoyarse en la resbaladiza pared. Se deslizan. Mi rostro golpea contra el concreto. No dejo que mis manos suelten las piedras donde me apoyo. Un frío intenso se adueña de la atmósfera. La fetidez cede ante un aroma intenso. La piel se eriza en el momento que siento una enorme mano sosteniendo mi trasero. Es una mano, no tengo duda. Por unos instantes me siento perfectamente acomodada dentro de la palma, siento cómo me aúpa, me acerca al borde de la pared. Me agarro de la fisura, apoyo un pie en el espacio abierto, luego el otro, extiendo mis manos hacia la salida, me impulso. Siento la mano cerca, no la miro, pero la percibo en espera de que salga del peligro, aunque ya no me sostiene. Asomo la cabeza por el hueco frente al inodoro. Me sostengo en los codos. Trepo una pierna, luego la otra, vuelvo a impulsarme. Temblorosa, salgo a la luz, a la libertad detrás de la puerta. Oigo las voces, mi padre llama mi nombre con una voz ronca, intestinal, una voz que sale de un lugar más profundo que la garganta. Mi madre llora. Me levantan. Veo cómo me bañan contra una pared inclinada. Estoy en el lavadero. Huelo a jabón azul, a King Pine. El agua fría se lleva el miedo junto con los excrementos que me cubrían. Las manos pequeñas de mi madre, que en nada se parecían a la que me había elevado en el oscuro foso, estregaban mis oídos, mi pelo, mi cara.
Trató de asegurarse de que no quedara ni un indicio del evento. Pero el jabón no pudo lavar mi memoria profunda, tal vez por eso nunca me gustó Alicia... Porque su país no era el de las maravillas.

Como vemos el libro propone un viaje hacia la infancia como una forma de catarsis, como una forma de reconstruir las identidades, pero además, devela el deseo por mostrar todas las facetas posibles de la infancia ida y, como es de esperarse, el juego es la filosofía de la infancia. Jugar es un signo de liberación, de creación. Ante lo doloroso siempre hay ternura y en la ternura aparece el claroscuro del placer de la infancia, allí, donde el juego es la dictadura del asombro mientras los recuerdos fluyen y se hacen eternidad:

Mis manos tapan mis ojos, me recuerdo jugando a las escondidas, riendo, suavemente, mientras cuento. Uno, dos, tres y allá voy, abro los ojos, quito las manos de mi cara, corro, ando de prisa; voy en busca de mi infancia…

Y en suma este libro es un mapa para observar el crecimiento. Mostrar experiencias universales y a la vez tan íntimas y cotidianas desde un discurso que apela a los sentidos, a la necesidad de las imágenes reminiscentes. Este libro es una llave para el retorno a un tiempo detenido, un tiempo de glorias y derrotas, un tiempo nuestro donde las mejores experiencias, lo que nos permite estar vivos hoy, existió quizás en un solo beso.

Deseaba ¡tanto! conocer el amor. Rebuscarme en la mirada de ese otro ser que se reconocería en mí. Soñaba con el abrazo de ese hombre enamorado. Fantaseaba con su mirada y el campanillear de las estrellas acompañando el beso, ese primer beso que me haría flotar, para el cual me había preparado desde que me supe niña.

En suma Ars  memoriae es un libro muy intenso, donde el esplendor y la luz de la vida se muestran en toda su amplitud. Un libro de retorno y de necesidad. El arte de la memoria siempre es, al fin y al cabo, la humanidad en su pureza y pasión.



Paolo Astorga


lunes, 6 de octubre de 2014

"El peso del tiempo" de Gerardo Pérez Sánchez - Paolo Astorga

El peso del tiempo




El peso del tiempo
Gerardo Pérez Sánchez
Ediciones Aguere – Ediciones Idea, 2013


El peso del tiempo (Ediciones Aguere – Ediciones Idea, 2013) de Gerardo Pérez Sánchez (La Laguna – España, 1972) es una novela de ciencia ficción ambientada en el futurista siglo XXI, siglo donde la vida en la Tierra es insostenible. El libro explora a partir de su personaje central llamado Germán dos aspectos profundos de la condición humana: la idea de tiempo como acumulación de recuerdos y el amor, entre visiones apocalípticas y un buen manejo de la trama narrativa que por momentos se transforma en un elemento importantísimo para toda obra de ciencia ficción: la reflexión sobre el hombre y sus pasiones. El mismo protagonista nos dará el norte de su intención en las primeras páginas del libro: “La verdad es que yo no quería hablar de todo esto. Los problemas de La Tierra y las tramas políticas no hubiesen justificado mi intención de ponerme a escribir, como tampoco el de lanzar todo esto en una cápsula de envío espacial. Aunque tras la lectura de estas líneas cueste creerlo, lo cierto es que lo que quiero contar es una historia de amor y una vivencia personal muy intensa que me produjo un deseo irrefrenable de narrarlo todo, de propagarlo realmente.”

Con el protagonista partiremos de un problema que se presenta como elección: abandonar irremediablemente la Tierra o quedarse siendo parte de unos cuántos “afortunados” que podrán aún habitarla. Germán optará por quedarse en el planeta aceptando el requisito de ser parte de un estudio científico llamado “Estudio del control mental” que consistirá en la grabación de los pensamientos por regresión, es decir una especie de procedimiento de vanguardia donde se pueden captar directamente los pensamientos, vivencias, recuerdos e intimidad de las personas. La finalidad oficial de este procedimiento es impedir que se mienta en procesos judiciales, pero Germán al ser parte del experimento conocerá a Néstor, un científico que hace experimentos paralelos al de los Estudios del control mental y que tratará de probar  una extraña fórmula que supuestamente mide el amor.

El libro no solo se nos presenta como una mera historia de ciencia ficción, sino que a lo largo de la narración, se nos irá develando una relación entre Germán y Elisabeth, una mujer que simboliza el amor ideal que según la trama planteada en el libro es la amada ideal a lo largo de sus muchas vidas.

No obstante debemos decir que El peso del tiempo no solo apunta a la presentación de un amor existencial del futuro no tan lejano, sino que su verdadera sustancia está en la imaginería que Gerardo Pérez utiliza a la hora de narrarnos las contradicciones del sistema en el futuro. Un sistema muy cercano al de 1984 de Orwell, en donde todo es controlado al milímetro, pero a diferencia de Orwell, en El peso del tiempo, el control se nos presenta como una posibilidad directa, es decir, la de adentrarnos en los pensamientos ajenos y poder así destruir la casi nula privacidad existente; el control absoluto.

En conclusión este libro nos muestra al hombre en su deseo por alcanzar lo absoluto en formas de felicidad. El tópico del amor y el poder son importantes en esta novela, pues posibilitan el entendimiento de nuestro presente y los temores que aún en el futuro son patentes respecto a nuestra condición y fragilidad. También se nos presenta, a modo de lucha de contrarios, esa necesidad de alcanzar lo profundo en un mundo devastado donde todos sus habitantes tienen que salir a “parasitar” otros lugares inter espaciales. El tiempo y la lejanía como motivos para la reflexión, permiten darle un tono confesionario e íntimo al libro que capítulo tras capítulo se nos abre como una lucha del hombre contra su destino, pero sobre todo contra sus decisiones. Sin duda un libro que nos sorprende y atrapa, pero también que nos demuestra que la ciencia ficción, no es mirar al futuro con ojos de presente, sino construir un discurso, donde la reflexión sobre lo humano es la médula de la ficción.


Paolo Astorga


"Los delitos del cuerpo" de Samantha Barendson - Paolo Astorga

Los delitos del cuerpo





Los delitos del cuerpo
Samantha Barendson
Chistophe Chomant Éditeur - Francia, 2011

Los delitos del cuerpo (Chistophe Chomant Éditeur - Francia, 2011) de Samantha Barendson (Vilanova i la Geltru – España, 1976), es un intenso libro de poesía bilingüe (español – francés) y donde todo discurso poético se configura alrededor de la ausencia. La ausencia es siempre la maestra de poesía, el motor que nos permite la reflexión, contemplar la verdadera trascendencia de lo amado, de lo que fue amado. Pero es la ausencia lo que importa, la herramienta para tentar lo imposible, para hacer la ficción erótica de las palabras que emanan de los labios que encuentran en su desesperación, en su soledad, el placer de la melancolía. La poeta ha volcado la necesidad de lo deseado como una voluntad por el arte poético de la construcción de las reminiscencias de placer, pero además en esa absoluta memoria e idealización, se estrella contra la realidad, contra la noche, contra un fantasma tan suyo, que solo queda la escritura enfrentando la existencia, el amor después del amor intentando un retorcimiento mágico para reafirmarse, eternizarse en los instantes más intensos del desasosiego.

Te busco
en los pliegues
de un hombre
que no eres tú

En axilas y deseos
ajenos e hijos
de la otredad

Te busco
en las curvas
de hombres
esculpidos por mí

Y no estás


Como observamos, el cuerpo es un flujo, una cúspide y una caída. El cuerpo es un ente para la comunión, para la exploración, para el desarraigo y la rebeldía. El cuerpo es el amante y su vitalidad, el movimiento extático que siempre cambia con las búsquedas y el experimentar hasta que el tiempo lo permita, hasta que el tiempo sea la decadencia de los amantes que ya no recuerdan el nombre de sus ruinas. El cuerpo es geografía del disfrute, pero antes que nada, un recuerdo que invade el corazón.

En la (ti)niebla
tus brazos llenos de lluvia
se evaporan
bajo el sol ardiente
de mi primavera

En la tormenta
el fragor de tus besos
afloja
aunque yo resista
mi corazón armado

El libro nos muestra una necesidad por el encuentro, por la fusión que parte de lo carnal, pero que trasciende el mero sentimiento de pertenencia, el acto animal de la cópula. El cuerpo nuevamente es el escenario central, sin embargo, el acto amoroso es siempre una posibilidad de unión para el disfrute más humano, más cercano a la vida. El verdadero ser amado, aunque lejano, distante y nebuloso, es en la añoranza una fantasía real. Veamos este poema como ejemplo de la necesidad de lo corpóreo para construir la unidad de la comunicación extracorpórea:

Hice el amor
con otro
pensando en ti
mientras hacías el amor
con otra
quizás
pensando en mí

Tenemos que esperar
a que todos se duerman
para permitir que los besos
crucen las montañas

Clavaste tus espinas
debajo de mi piel
abrojos de dulzura
atándome a tu ser

Gritamos en la noche
para que la voz alcance
noctámbulos aullidos
quebrando la pared

Hice el amor
anoche
Nadando en ti
mientras hacías el amor
muy lento
fugaz
gozando en mí

Como vemos, la voz poética nos presenta una estructura definida: El amado es siempre parte de la palabra, es la palabra que se enfrenta a los recuerdos, que los constituye y se hacen patentes en goce y excitación. Sin embargo, este amor es virtualizado, secundado por una vacuidad. El vacío y la soledad pueblan todo el libro y lo sostienen. El delito más grande es el deseo del poseer, de experimentar y eternizarse o fundirse en un solo cuerpo, pensamiento y latido. Pues el amor ya no es amor, sino melancolía de un encuentro que ya pasó, pero que deja sus cenizas aún ardientes en la memoria. Por eso la poeta se entrega sin tregua a ese delito, a ese gran delito de querer ser poseída y poseer en el símbolo eternizado de un simple abrazo:

Cuando la piel tensa
como herida
cuando el ansia la sed
de tu cuerpo ajeno

Cuando la necesidad
de aquellas manos
como bálsamo de afección
y el ardor como única respuesta

Cuando el hilo del deseo
me dobla en dos
en medio de la noche
en medio de la cama
y en medio de la vida

Necesito entonces
tu abrazo

En suma, Los delitos del cuerpo es un libro que con honestidad y sin aspavientos nos canta de una pasión y de una muerte en el desconcierto. Los delitos del cuerpo, no son delitos, es olvido en cuotas de dolor, en gozoso claroscuro entre el placer y la frustración. El viaje poético es sin duda la necesidad, el anhelo por reconstruirse, por ordenar el caos del placer. El amor como sustancia inacabable e indefinible caricia o puñalada que al final solo nos deja con un puñado de hermosos recuerdos y la sospechosa satisfacción de lo nunca logrado:

He quedado sólo el vacío

¿Con qué lo he de llenar?

Estrellas pájaros noches
paseos libros y mar
luces azar alcoholes
música Chopin y Bach
lechos y camas amores
cuerpos de hombres y carnes
y luego
oscuridad

¿Y tú?


Paolo Astorga


"Nuevas Batallas" de Willy Gómez Migliaro - Paolo Astorga

Nuevas Batallas



Nuevas Batallas
Willy Gómez Migliaro
Arteidea, 2013


“Dentro de un estado descompuesto hay esperanza”, con este primer verso, el poeta Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) nos adentra a su libro Nuevas Batallas (Arteidea Editores, 2013), un poemario muy honesto y a la vez fragmentario. El poeta se adentra a una dualidad que se reconoce mientras se viaja por la sustancia del libro. Él nos presenta un espacio degradado por la corrupción, la indiferencia y el hastío de los objetos que nos rodean sin decir nada. La poesía de Willy siempre es antitética. Por un lado el lenguaje construye un mundo posible que emana vida y mensaje, significado que reconstruye una memoria colectiva. Por otro lado, esta voz poética, nos erige su discurso y se extiende entre un neobarroquismo que nos deja en cada lectura un apasionante revelación. Entre lo sórdido, ante lo aplastante, el poeta pretende, cual profeta, mostrarnos una purificación que aún es posible solo si la comunión de espíritus es posible. Sin embargo, la violencia es un cáncer que habita en nuestra propia carne y el poeta lo sabe y, aunque el mundo está plagado de esta, solo le queda librar la batalla contra sí mismo.

Todo el poemario está plagado de un deseo por reconstruir una memoria que sin embargo, no es posible, sino soluble. Al iniciar la travesía, la batalla, la voz nos narra las miserias y esperanzas de un cuerpo que es un país, un individuo, una metáfora. Entiende que el devenir del tiempo sicario es único y nunca relativo. Un hálito de insatisfacción que se hace memoria sangrante puebla este libro, una melancolía posmoderna ante la violencia interna que destruyó nuestra humanidad:

He apostado, qué más da.
Demasiado se nos induce a probar suerte.

Es distinta la imposición y el alcance al entrar a un país,
    al llegar sin demora a un terral
después de viajar 900 Km en ómnibus interprovinciales
y saber que aquí hubo entierros. Demasiada imposición
de imagen.

Iniciaste batallas de viajes y estudios
y al final
solo esencialidades que parten de sus resurrecciones
en un medio de comunicación sin sentido.

Es la frustración y la simbólica violencia del tiempo y la miseria lo que hoy se vive. Willy Gómez ha configurado un universo de antagonismos. Entre el poder y la rebeldía de la naturaleza, de la purificación, de la esperanza; donde coexisten en eterna batalla el paraíso y el infierno:

Pasan la cuenta cuando el poder se vuelve un jardín tecnológico.
Suben con poleas
y los geranios van cayendo. El poder encierra.

Y entonces el antihumanismo lo puebla todo. La batalla ya no es enfrentarse a ese “animal tecnológico”, a ese Poder, sino solo coleccionar y preservar con la palabra, con las imágenes que solo permite lo poético, esa memoria desgarrada de la violencia que no se puede borrar pues es herida abierta y caliente todavía, pues:

La gente desentierra lo que su país esconde,
y en un despegue con las manos sucias vuelven/ trans-
portan salas de emergencia.

Sin embargo en la batalla, en la lucha por aprehender la realidad contradictoria, soluble, el poeta encuentra a su ser contingente y desvalido, ante un país que ha mutado, se ha silenciado en apariencia:

El país se redefine, cielos, qué hice.
Toda mi vida preparando el discurso mientras subía
toda mi vida sin luz & sin ningún papel.

Solo el regreso importaba
o la reconstrucción del quebranto y su estado débil desde el poder.

En suma, Nuevas batallas es un libro donde el enfrentamiento es con nosotros mismos. El discurso recargado y lleno de alusiones a diversos puntos del tejido cultural occidental, enfrentan al poeta a un único signo: El desafío por la reconstrucción y preservación de lo humano que se resiste al abandono de la nada, del olvido que carcome a nuestra sociedad decapitada. El poeta es un maníaco de la libertad, un condenado, que danza en su éxtasis mientras las máscaras de los “extras” se incendian en su hipocresía o indiferencia.


Paolo Astorga


domingo, 29 de diciembre de 2013

"8 Días" de Luis Eduardo Ayala Pérez - Paolo Astorga


8 Días
Luis Eduardo Ayala Pérez
Imprenta Multiservicios “J&C”, 2012



8 días del poeta ayacuchano Luis Eduardo Ayala Pérez (Ayacucho – Perú, 1987) nos muestra a través de una reducida serie de poemas el tema de la cotidianidad que desnuda una realidad desilusionada. El desencanto como centro se mezcla con la naturaleza de las cosas que creemos poseer en apariencia, pero que a la larga solo acrecientan nuestros vacíos, nuestros fútiles deseos. El cariz ontológico de sus poemas afirma la automatización del ser como un escape ante su finitud porque

La simetría de la vida es un ritmo forzado en cadenas perpetuas
aunque nada es eterno.
Un día mi realidad será una tal vez, o tal vez lágrimas y seré
ceniza incinerada
¿Café?
¿Té?
¿Whisky?
…O solo importa poco vestirse de negro otro día más.

Como observamos el poeta reconoce su tedio o spleen como una irremediable carga que se acumula como los días. El hastío la condición del cuerpo en sus desmoronamientos, pero a pesar de esta estancia donde lo absurdo y lo insignificante son dictaduras, hay una voluntad de lucha y constante reconstrucción a pesar de que todo es ilusorio y efímero.

En mi mente estalla la impresión de que el día es gris
de que el día es gris, de que el día es gris.

Y me da la impresión de reír
y me da las ganas de correr
y me dan la idea loca que iré a llover

(…)

Pero cuando no haya más que pensar
-cuando no haya más que pensar-
no sabré qué hacer
y cuando deje de correr
querré aventar piedras que no dejan de gritar.
y el día es gris…

El poeta se sabe melancólico y derrotado, sin embargo es en esa derrota donde apela a su necesidad por expresarse, por decir su dolor. Sabe que su discurso es antitético y solo un momentáneo paliativo, no obstante hay siempre una búsqueda consciente por construirse una identidad imperecedera que a su vez consolide ese placer de saberse vivo a pesar de lo absurdo, porque el poeta desea mantenerse en la vitalidad del que está descubriendo el peso de sus ideas, el acuchillar de sus propios pensamientos ante la vastedad de la realidad que lo reduce a una infinitesimal molécula viva; el poeta sabe que es inevitable ese  acercamiento con su nada hacia la muerte por eso sus deseos lo mueven a preservarse, por ello en el poema 7 “Ansias escasas” leemos:

Deposito dentro de este pecho
la cruz marchita de mis años
los recuerdos vagos
con la mirada que guardo
en mis ojos de gallo.
Y frente a los ojos augustos del Juez
deposito este letargo de sonámbulo,
como una flor de domingos
e inviernos hermanos…


Ese “depositar”, ese darse a las cosas y a la naturaleza hacen que el poeta se eternice en esa vastedad universal. Es por ello que más adelante el poeta como mostrándonos su ímpetu y su abandono nos confiesa:

A veces me gustaría salir a gritar
como río ácido,
aguardar
la aurora del ocaso.
Mas las estrellas son inmensas,
el desierto tan eterno,
el mar excesivamente delirante
que al ver sus olas bravas
caigo espantado.

Es el miedo, el espanto ante la totalidad, es allí donde nos reconocemos como una simple contingencia, como una casualidad que en su imperfecta agonía existe y se confiesa rebelde, pues no se rinde ante el terror del mundo, sino que en ese temor, desea, aún desea y la vida le acrecienta.

Por otro lado y a pesar de sus dilucidaciones ante su existencia, el poeta experimenta de forma constante la soledad como un estado intensificador del abandono que permite al ser apropiarse de las cosas y hacerlas poesía. El poeta lucha contra aquello que no le permite seguir su flujo: la inanición. El ser amado es un pretexto para contemplar su existencia como una mera tentación hacia el fracaso que sin embargo deja siempre su hálito de fragmentada satisfacción:

Defendí tu boca de mis besos,
a tu espalda de mis manos.
Defendí a tus piernas de mis ojos
y a tus ojos de mis caricias.

Te defendí de finar mis versos
crucificando como impuestos
mis negaciones,
y terminé por aceptar que hay
miltequieros
en mis dedos y en tus canciones.

… Ahora camino por ahí –aún sin ti-
hipotecando noches de luna
(como estas de octubre)
Para poder edificarme un corazón.

Como vemos, el poeta siempre quiere SER, quiere lograr la totalidad en el objeto amado, pero sabe que a pesar de la lucha constante, la derrota es una valla insorteable. Por eso el amor no es la función de la entrega, sino la construcción de una identidad. El poeta no quiere amar en otro, sino construirse con la otra “soledad” amada. Quiere aceptar la pureza melosa de esos “miltequieros” e intentar hacerlos realidad concreta que cual falso alquimista, sabe que es una quimera nada más.

Por último un símbolo reiterativo en este breve poemario es la excrecencia que significa el asco existencial donde el hombre es configurado como imagen magnánima del mundo en contraposición con la insignificancia de sus restos o la antítesis entre el endiosamiento y la descomposición; dualidades que se alternan y dan al discurso un tono profundamente existencial. Por otro lado esta “mierda” simbólica es también el producto del mundo, el residuo del accionar humano en su absurda mitificación. Esta imagen de desecho es sin duda una constante en el hombre que ha visto en su realidad el vaho de su pesimismo.

En suma este poemario nos deja con un sabor existencial y a la vez con una posibilidad: el hombre que quiere, que desea, pero que se reconoce imperfecto, pero con una vitalidad que a pesar de estar presa de su nada, de la casualidad, de la inercia de la muerte por la muerte aún puede construir (o reconstruir) el mundo en ocho días hasta acariciar, si quiera por un instante, la ardiente eternidad de la realidad que acaricia furiosa nuestros ojos, la sinceridad de un prospecto de cadáver.

Me escondía
y perdía en mi propio laberinto,
hasta que vino un día alguien y me dijo:
sé sincero contigo mismo.

…Desperté de nuevo
en este cuerpo –el que creí muerto-.
Tomé un lápiz y una hoja
Y empecé a escribir mi testamento.





Paolo Astorga

"Mundo Cero" de Lynette Mabel Pérez Villanueva - Paolo Astorga


Mundo Cero
Lynette Mabel Pérez Villanueva
Edición de autor, 2013



Mundo Cero de la poeta puertorriqueña Lynette Mabel Pérez Villanueva, nos muestra desde sus primeros versos el tema de la deshumanización como inicio del mundo. La tendencia autodestructiva del hombre deviene siempre en la depredación de su conciencia y por ende de la vaciedad de su ser. El sujeto poético como profeta del apocalipsis individual se resuelve como un encarcelado en la palabra; siempre en busca de ese placer imposible que sea real. El tono testimonial de los poemas de Lynette nos confirma su desencanto, la muerte de sus deseos y un profundo e inevitable acercamiento hacia la dictadura de lo automático y el control de nuestra humanidad.

El Gran Hermano hala los hilos,
nos disloca las neuronas,
nos quiebra los sueños.
Somos un cuerpo sin alma,
una marioneta del “establishment”.

El sujeto poético busca reestructurarse, rehacerse. En esta reconstrucción interior, la intención no es la de simple rebeldía, sino la de afirmar una libertad cortada. La poeta lo sabe bien, por ello, a lo largo del libro intenta lograr una nueva identidad, pretende –como si se tratara de un ser kafkiano- mostrarnos su ser consciente de su individualidad reprimida por ese “establishment” que aliena y degenera la inocencia en movimiento absurdo y banal, un estado de un mundo contradictorio y degenerado en nada. Prueba de esta contradicción es el poema “I-Kid” cuyo centro es la denuncia contra la indiferencia de una realidad cada vez más olvidada o peor aún, cada vez más superficial donde los niños como símbolo de inocencia y alegría son dopados y seducidos por el placer de la insensibilidad y el consumo como la paranoia de la acumulación sin sentido.

Cuidado con los niños,
toque de queda,
peligro
                                   no natural
                                                          -artificial-

creado
por nosotros.

Bauticemos
al nuevo niño:
Niño-X-Box,
niño Gameboy
no Play Yard,
niña-mercancia
vendiéndose por unos
cuantos pesos
en el Japón,
niño-nómada
surfeando sobre los
trenes
en Brasil,
niño sin fe,
niño-circuito.

Podemos observar que este poema se nos muestra como la pérdida de lo trascendental, alimentando a su vez una transformación mimética hasta consolidar al “humano-cosa”, es decir, la poeta no denuncia solo la conciencia alienada de infancia, sino la profunda necesidad que se ha creado para que el mundo sea homogeneizado y sobre todo se logre instaurar ese “sentimiento estándar” que hace imperar el “disfrutar” sobre el “sentir”. La poeta nos recrea, en suma, un paraíso artificial y posmoderno, donde la única fe es la del consumo.

Por otro lado el libro también critica duramente a la idea de felicidad como un acto de mala fe, como una simple sucesión de momentos alegres, donde impera el placer de lo feliz, pero no la conciencia de la felicidad. Esta idea de felicidad está conectada directamente con lo fugaz. Poemas como “Cortezas desprendidas” o “Mundo Cero” nos hablan directamente de esa soledad del existir, nos recrea esos sucedáneos de placer y alegría que en tiempos donde todos los mitos han muerto, se nos presentan como posibilidades para el feliz engaño, para la brillante farsa que se desea, que se reproduce, se consume y se comparte. Veamos a continuación un fragmento del poema “Mundo Cero”:

Conteo regresivo en donde pierdo la
humanidad que jamás tuve.
Aliento virtual que se desvanece en la noche.
Vitrina de cielos lejanos.
Se vende un infierno.
Un Paraíso en alquiler.
Una baja en la bolsa de valores.
Un alma en desuso.
Fuera de moda.
No admitida en pasarelas.
Una pizca de luz.
Fusión de núcleos
en danza de fuegos.
Vivir o morir.
Trascender o no.

Observamos que en este fragmento existe un tema en común: la necesidad por querer experimentar algo “espectacular”, sin embargo, vemos que hasta el dolor es un producto que se encuentra en venta. La moral es inexistente y solo nos guía el miedo a no disfrutar el mundo, el miedo a no estar allí exhibidos, siendo vedettes para los demás. No hay nada en qué creer, salvo, el rápido placer y de allí un nuevo placer. El ser humano ya no es un individuo, sino un producto comercial. Ya no existe “lo puro” o lo “impuro”, sino solo la voluntad por existir lo más cómodo posible. Pensar como la masa, ser de la especie y no criticar (porque es ocioso) ese es el objetivo.

Por último este intenso poemario nos lleva hacía la idea de lo “descartable” como un viaje hacia lo inútil, la misma nada, el vacío otra vez, al que se trata uno de escapar, pero que al ser parte de nuestra “nueva naturaleza”, es prácticamente imposible resistirse o superar. Esa tendencia hacia convertirse en un ser residual nos plantea un gran problema: La obsolescencia programada del ser humano que siendo cosa o máquina, debe ser reemplazada por un sucedáneo de este. La deshumanización no es la animalidad, sino simplemente la reducción de lo humano a la de un objeto sin importancia, despreciable polvo de poliuretano.

Las emociones eclosionan, unas con otras, en
esta búsqueda del gen asociado.
¿Supra-humanidad?
(Una tortura de vida.)
Un fracaso de experimento.
No quiero podrirme por más tiempo en esta
miserable jaula,
soñar con calles abiertas,
ver tan sólo batas blancas.
La asepsia indignante de este laboratorio.
¿Supra-humana? Hay solo un fallo.
Esas malditas emociones que me vuelven
humana.
No las esperaba, ¿Verdad?
Para ustedes es un simple juego.
Pasan por alto lo más importante: la
humanidad nunca lo es.

Sé que tú me comprendes,
verdad ratita,
después de todo tú también fuiste
artificialmente creada,
y ahora también te has vuelto descartable,
pero en tu caso es más fácil…
tú no pareces humana.

En suma, Mundo Cero de Lynette Mabel Pérez Villanueva, nos deja con una serie de sentimientos vitales. Prevalece el deseo por tomar conciencia de nuestra inutilidad y a partir de esa conciencia construir un nuevo sujeto que se atreva a luchar contra su propio veneno. La posmodernidad y lo banal son tatuajes en el cuerpo, espacios simbólicos para describir la destrucción como obvio devenir, pero que como un estigma amado, se ve nuestro y único en este lúcido poemario.




Paolo Astorga