domingo, 29 de diciembre de 2013

"Perturbatorio" de David Jiménez - Paolo Astorga


Perturbatorio
David Jiménez
Hipocampo Editores, 2013


Perturbatorio del poeta peruano David Jiménez (Lima, 1983) son una serie de poemas donde se toca el tema de la existencia como una posibilidad que delira entre el placer y la destrucción de toda ilusión. El poeta confluye por un discurso dual donde el dolor y la imposibilidad crean ese “perturbatorio”, una tentación, una invitación para llegar al estadio donde “desaparecen los ojos” y ofrendarnos al dolor de la belleza, pues la violencia y la ternura se mezclan apasionadamente en este libro:

Desaparecen los ojos
El fuego nos llama
El goce de las bestias nos pertenece
El espejo se quebró
Y muestra sus cicatrices
La mujer perdona nuestra sombra
La luz será fruición o dinamita
Una máscara interrumpe la elección
Otros labios recibirán el licor alucinado
Otras manos dibujarán nuestro vientre

El símbolo de la bestia es constante, ya que se nos presenta como la dictadura animal de los instintos, el pecado que arrastra a la destrucción y al placer. El demonio es la voluntad impulsora de vida, es la metáfora de la angustia y el motor para fluir por el universo. Un estado vital puebla el poemario, un anhelo feroz por inflamarse con el ardor de la perversidad.

SUZANNE BEWARE OF THE DEVIL

Mujer
La noche amanece
Por la fascinación de nuestro demonio
Sus manos nos cogen
El lujo de nuestro sollozo
Y sus caricias albergan
El anhelo de nuestra muerte
Fabulosamente
El pecado
Se refleja en sus labios
Y su canto inflama nuestra mente
Mujer
La guerra nos embellece
Cuando el alma construye otro demonio

Por otro lado, hay un intenso deseo por “redimirse”, pero esta redención siempre es incompleta, porque esta posibilidad no está en el poeta, sino en el ser amado que es configurado mientras el mundo se devasta y fluye, una unión incapaz:

CRUCIFIXIÓN SERPIENTE

Observamos el loto desde el abismo
Nuestras manos se acercan a la nube fugitiva
Y se alejan del dios prisionero
Infame sollozo del cráneo crucificado
Rumor del astro en la incandescente pureza
La tormenta de labios decapitados
Desaparece el vuelo del pájaro cegado
Para que la sierpe no se alimente de sus heridas
Eternidad negra en la asfixia negra
La sierpe se arrastra por el desierto de espejos.

Más adelante se nos presenta el goce y la ceniza, el placer cuyo residuo inminente siempre es el hastío y la traición; la imposible ensoñación por tentar poseer eternamente. El poeta se enfrasca en una lucha contra la muerte, pero no solo la muerte física, sino también la muerte simbólica, entendida como pérdida o metamorfosis, de esta manera la muerte construye una semiótica de la devastación, una melancolía inevitable que empujan a los amantes al abismo hasta convertirlos en ceniza.

INSCRIPCIONES EN CENIZA

El delirio te entrega el goce y la ceniza
Protegido por ella tu delito se torna bendición
Pero no es posible una dicha perfecta
Con tantos rostros que buscan traicionarte

(…)

Tú puedes decir:
“Estoy muerto, pájaros grises comen mis entrañas”
Y nadie permitirá que tu tumba sea profanada
Porque los muertos solo son malditos
Cuando nos muestran el verdadero camino del averno.

El poema “Epiphany Street”, el cuerpo de mujer amada, lo romántico, redime, salva. La perturbación aparece como la energía redentora en excelsa pasión. En última instancia la salvación es solo un nuevo pretexto para el placer que construye la ética sensual nuevamente:

EPIPHANY STREET

Estas calles sirven para el amor
El más hipnótico
El más perturbador

Aquí los castrados muestran con orgullo sus tatuajes
Y se entregan al privilegio del alcohol

En estas calles se detiene el miedo
Para regalar su música narcótica
Y la certeza se desprende de su rencor
Y triunfa el harapo

Aquí todos han abandonado su piel
Lo sublime lo frágil lo lacerado
Es solo un pretexto para la redención

La belleza es tentación del Eros y el Tánatos y en esa grosera contemplación mediadora, la tentación es una necesidad que nos reduce a ser del otro:

(…) Bruscamente recuerda a Eva, primera mujer, Venus tentada, la condenada a ser solo una costilla, la elegida para ser ultrajada por la serpiente.

La ceguera es el amor, lo que nos desquicia en el perturbatorio de nuestros sentimientos. Es ese desquicie que nos hace dejarnos llevar, el uso de la libertad para perderse hasta desaparecer:

Necesitan encontrar salidas a través de la ceguera. Toda visión se torna goce y la obsesión que poseen se interna en la frágil estructura del placer. Sin cadenas o con ellas no saben cómo llegar hacia ese corazón sin latidos. A los otros, voraces, se les hace fácil destruir la persecución.

Por último este poemario nos enfrenta ante nuestra fragilidad, ante nuestra incoherencia humana. Nos enfrenta a nuestras mismas acciones que configuran al demonio amado de nuestro Ego, esa apariencia seductora de la orgía perpetua:

Hace frío. Las cadenas apresan el sexo de las marionetas. A lo lejos la ciudad se muestra como un violento cristal. Aquí los niños cortan sus manos con dagas abandonadas. Hombres y mujeres buscan la adolescencia de sus besos. Y aparece la gloria bárbara de los reptiles.

En conclusión este breve poemario nos presenta al hombre enfrentado a su animalidad deseada, construyendo sus atalayas con placer y fugacidad. El amor y la frustración son los engranajes del motor del deseo y por último el mundo que se nos presenta dual se convierte indefectiblemente en lo que queremos:

Nadie sabe que nos espera por fingir eternidad entre insaciables sombras. Inventamos una nueva destrucción y la protegeremos con nuestra sed.




Paolo Astorga

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