domingo, 29 de diciembre de 2013

"Borderline" de Andrés Norman Castro - Paolo Astorga


Borderline
Andrés Norman Castro
Chuleta de cerdo editorial, 2013




“¿Y si Jesús hubiese dicho:/ “El país que esté libre de culpa,/ que tire el primer misil”? con estos primeros versos se nos presenta Borderline del poeta Andrés Norman Castro (San Salvador, El Salvador, 1989), un manojo de poemas breves y desinhibidos, sueltos de hueso y desenfadados. Estos poemas giran en torno a una desquiciada ternura y el discurso es ironía que sale como espuma rabiosa manándonos por la boca.

Padre nuestro
que estás lejos de acá,
a veces no entiendo por qué luchas por nosotros
si tantas veces te hemos hecho sentarte a llorar:

Mejor vete lejos,
donde no hayan otros como nosotros
y hayan otros como nosotros
y haya un Andrés que te escriba odas
en vez de estas  líneas.

Los sesgados discursos moralizadores son desmitificados, trasgredidos y por último burlados. El mundo en este poemario es mostrado como el más absurdo lugar para soñar y cada ideal es transformado en simples objetos que nada dicen. El amor es una cosa, es la violencia de los simulacros, un simple chiste sórdido, el dolor chispeante como una ironía de seres humanos idiotas creyendo en hermosos anhelos sin sentido.

No llorés mi amor
no es  tu culpa que seas gorda
No estés nostálgica
por el pelo largo que te recortó la policía anoche
No te lamentés
porque tu vagina ya no aprieta
No te quejes por los moretes
que te dejaron los golpes del bate de tu chulo.
No te pongas triste
porque te gritan “marica” en la calle
Ellos no te conocen como yo,
no te besan como yo,
no te recorren como yo,
mi puta vieja.

El problema está en que vivimos en un estado Borderline, con una patología psiquiátrica donde la ternura y la más cruenta violencia se mezclan  formando a un ser indescifrable entre el Eros y el Tánatos. El sujeto poético es extremadamente cínico e irónico, se muestra con posturas poco serias y su discurso se transforma en confesión y el halo del amor aparece como la suma de acciones despojadas de todo encanto y pasión, es decir, en simple movimiento de palabras y gestos que ya no dicen nada, sino que solo testifican su absurdez.

Busco tu nombre
una  y otra y otra vez
en las actualizaciones del Facebook,
a pesar de que estás sentada
frente a mí.

El hiperconsumo que genera está sociedad banalizada es descrita por el poeta con sarcasmo e indiferencia, frialdad que al fin y al cabo, relumbra en nuestra falsedad, nuestra existencia que busca un sentido artificial. La rutina y el hastío son recurrentes en este poemario donde el sujeto ya no cree ni en su sombra, sino que solo está en un profundo estado de inercia, donde lo único importante es resistir el peso de nuestra existencia sin más encanto que la acumulación de acciones, de objetos, de nada trascendente.

Soy un precipicio
al que le dan migrañas,
que consulta a Dios en el Facebook,
que le gusta la Kim Kardashian,
que ve la televisión de 6 a 10 PM,
que despierta con mal aliento
que le hace el amor a ella
o a su mano, llorando, hasta caer dormido.

Yo soy un precipicio
que tendrá hijos
que van a hacer lo mismo,
a ser lo mismo
incluso, precipicios.

Como observamos, el desencanto y la repetición de lo inútil es una constante. El ser humano ya no aspira a ser otra cosa más importante, sino que solo se enfrenta sin fuerzas y con mucha ociosidad ante “lo mismo”. Sin embargo, este estado de pérdida y reacomodo, le permite el confort, el placer chato de ser el eterno dios que evoca una felicidad fugaz que es reducida al encuentro con el objeto amado para no dejarse vencer por la soledad que lo devora y lo desquicia. Por eso leemos:

Cuando te fuiste
y me dejaste solo en la habitación
entré desnudo al baño
y al abrir la tapa del inodoro
vi el pez
que me habían dejado nadando
así, de lado
y entendí la magnitud de nuestro amor
cuando me negué a liberarlo
a la inmensidad del mar.

El amor es simplemente un deseo de compañía, de unión que se fundamenta en lo emocional como pasión o como momento temporal para el disfrute. En este libro el amor es evocativo, es simplemente reminiscente y frustrante. Por otro lado hay un desenfadado deseo por mostrarnos a la muerte como un objeto más del “espectáculo”, donde el dolor es simple pretexto para mostrar nuestra asolapada locura por la modernidad que a fin de cuentas es simplemente la vanagloria del consumo, las puertas abiertas para la solemnidad de la indiferencia.

Ayer murió
frente a la puerta de mi casa,
un bebé
perforado entre las costillas
por los rayos del sol
y a un lado
un biberón lleno con Coca-Cola.

En suma este poemario es el resultado de observar el mundo en su eterna brutalidad, la poesía que devela nuestra fragilidad, pero también nuestra gran capacidad para crear “estúpidas fantasías”. Los fantasmas del placer y del dolor se repiten y se estiran hasta más no poder y el humor matiza el discurso para que nos parezca la destrucción de lo humano un chiste. En Borderline hay una intensidad que no quiere encerrarse en contarnos lo malvados y patéticos que somos, sino que nos invita a recrearnos, a beber de nuestro propio absurdo y hacernos entender que siempre estaremos “a dos minutos para el fin del mundo”.






Paolo Astorga

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